Hemos leído con interés el editorial de Parikh y Kirtane1 sobre la indicación de intensificar el tratamiento hipolipemiante tras el implante de un stent farmacoactivo. Es conocido que el uso de estatinas reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular ateroesclerótica y mejora el pronóstico tras un síndrome coronario. La eficacia del tratamiento se ha relacionado con la magnitud de la reducción de las lipoproteínas de baja densidad producida por estos fármacos. Así, las estatinas de alta potencia aportan un beneficio aún mayor que el tratamiento con estatinas de menor potencia2.
Recientemente nuestro grupo comparó la estrategia de revascularización percutánea de lesiones graves en ramas coronarias secundarias (diámetro ≥ 2 mm) de arterias epicárdicas mayores frente al tratamiento conservador en 589 pacientes y, tras un seguimiento medio de 24 meses, no se apreciaron diferencias significativas en la aparición de eventos cardiovasculares entre el tratamiento percutáneo (376 pacientes; 63,8%) y el conservador (213 pacientes; 36,2%)3.
Se analizó si el uso de estatinas de alta potencia (atorvastatina, rosuvastatina, pitavastatina y simvastatina 80 mg) frente a las de baja potencia era diferente en función de la estrategia de revascularización adoptada. En el total de pacientes no se apreciaron diferencias respecto a los eventos cardiovasculares en el seguimiento según recibieran revascularización percutánea o tratamiento médico óptimo en general o estratificando por subgrupos en función del tratamiento recibido.
Creemos que hay 2 aspectos importantes que se debería tratar cuando se quiere evaluar el beneficio del uso de estatinas de alta potencia tras la revascularización percutánea. El primero sería el posible sesgo de prescripción que tenemos los profesionales para indicar tratamientos más intensivos tras el implante de stent frente al tratamiento médico óptimo4 y el segundo, la mayor adherencia al tratamiento hipolipemiante de los pacientes que reciben tratamiento percutáneo comparados con los que no5.