En una carta reciente enviada desde Cuba al director de Revista Española de Cardiología, Francisco L. Moreno Martínez y Yurima Hernández de la Rosa afirman: «aunque ‘ligera’ se identifica más con el peso de los objetos, ‘ligera’ y ‘leve’ son sinónimos y pueden utilizarse indistintamente en este sentido, para designar algo fino, sutil o de poca importancia; sin embargo, no ocurre así con ‘severa’ y ‘grave’. ‘Severo’ (del latín sevērus) es la inadecuada traducción del término inglés severe, que nada tiene que ver en español con lo referido a la gradación de la gravedad de ciertas alteraciones y enfermedades, pero sí lo tiene en su idioma original»1.
Ante el inglés severe, ciertamente, los cardiólogos y otros médicos de habla hispana suelen adoptar una de las dos posturas siguientes.
Están, por un lado, quienes rechazan de plano el uso médico de ‘severo’, por considerarlo anglicismo innecesario, y traducen el inglés severe de forma sistemática por ‘grave’. Llamémoslos, por comodidad y para abreviar, «casticistas».
Y están, por otro, quienes —llamémoslos «anglicistas»— admiten sin problemas ‘severo’ y no tienen reparo ninguno en hablar de «estenosis aórtica severa» o de «insuficiencia mitral severa». Aducen para ello dos argumentos principales: que el anglicismo ‘severo’ se está usando ya de forma habitual en nuestra lengua, y que ‘grave’ no transmite todos los matices del inglés severe, ni puede reemplazar a este en gran parte de los casos.
Personalmente, he dado muchas vueltas al asunto y me he ocupado ya de él en numerosas ocasiones (tomo básicamente los argumentos expresados en este «Viaje...» de Navarro2), pero considero que puede tener todavía alguna utilidad exponer aquí brevemente cuál es mi postura ante esta cuestión tan debatida y de importancia crucial para la redacción médica. Postura que, como suele suceder en todo lo tocante al lenguaje, ha de ser por fuerza ponderada y matizada.
Coincido con los casticistas en el rechazo absoluto a traducir el inglés severe por el anglicismo ‘severo’ (fuera, claro está, de su aplicación al carácter estricto de una ley o de una persona).
Pero, por otro lado, comparto con los anglicistas el convencimiento de que el uso de ‘severo’ al ánglico modo es ya habitual no solo entre los hispanohablantes de los Estados Unidos y Puerto Rico, sino también en España y en las dieciocho repúblicas hispanoamericanas, así como que el uso de ‘grave’ para traducir el inglés severe resulta incorrecto o insuficiente en buena parte de los casos. Funciona bien en severe heart failure (insuficiencia cardíaca grave) o severe TB (tuberculosis grave), pero chirría de mala manera cuando, ante expresiones inglesas como severe pruritus o severe hiccup, alguien traduce *prurito grave* e *hipo grave*. ¿Cómo puede ser grave el hipo?
El quid de la cuestión radica, a mi modo de ver, en que se olvida con frecuencia que la mayor parte de las palabras tienen más de un sentido en cada idioma, de modo que la correspondencia entre vocablos de distintas lenguas rara vez es biunívoca. Ningún traductor en su sano juicio se atrevería a afirmar que la palabra española ‘disco’ signifique siempre en inglés disk (puede ser también record, discus, discotheque, dial, road sign, traffic light o signal, según el contexto); o que la palabra inglesa paper signifique siempre en español ‘papel’ (puede ser también ‘envoltorio’, ‘artículo’, ‘trabajo’, ‘ponencia’, ‘comunicación’, ‘periódico’ o ‘diario’, según el contexto). No se entiende bien, entonces, cómo alguien podría defender, por un lado, que la palabra inglesa severe solo pueda traducirse por ‘grave’; o, por otro, que en español sea absolutamente necesario echar mano del anglicismo ‘severo’ para traducir severe cuando ‘grave’ no nos sirve.
Los interesados quedan emplazados a la revista de febrero para leer allí el resto de mi argumentación.
Obra de referencia recomendada: Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (3.a edición), en la plataforma Cosnautas de consulta en línea: www.cosnautas.com/es/catalogo/librorojo.