Palabras clave
INTRODUCCIÓN
A pesar del conocimiento, cada vez mayor, de los importantes problemas asociados a la hipertensión en términos de exceso de riesgo de morbilidad y mortalidad en todo el mundo1, la situación todavía deja mucho que desear. Entre los períodos de 1976-1980 y de 1986-1991, el conocimiento de la hipertensión en la población general estadounidense aumentó desde el 51 hasta el 73%, pero después del último período se estabilizó en cifras aproximadas al 68% (años 1991-1994) y al 70% (años 1999-2000). Un dato más preocupante es que la tasa de control de la hipertensión (PA < 140/90 mmHg) --que había aumentado de manera importante desde el 10 (años 1976-1980) hasta el 29% (años 1988-1991)-- se ha estancado en la actualidad de manera inesperada entre el 27 (años 1991-1994) y el 34% (años 1999-2000)2.
El séptimo informe del Joint National Committee on the Prevention, Detection, Evaluation, and Treatment of High Blood Pressure (JNC 7), coordinado por el National Heart, Lung and Blood Institute, ha sido publicado recientemente en una versión resumida1 y se ha señalado que pronto se publicará la versión completa3. El JNC 7 es un reto importante, más de lo que parece superficialmente. Se trata, fundamentalmente, de la última gran iniciativa para solucionar la actual disparidad entre la disponibilidad de estrategias antihipertensivas potentes, bien toleradas y comprobadas de manera precisa y la escasa implementación que tienen estas estrategias en la práctica clínica actual.
Algunas partes del documento JNC 7 son similares a las de los documentos JNC previos. Sin embargo, algunos aspectos clave del JNC 7 merecen una mención especial e incluso cierta crítica.
PREHIPERTENSIÓN
Las personas con una PA sistólica de 120-139 mmHg o una PA diastólica de 80-89 mmHg (las cifras más altas son, posiblemente, demasiado altas) se denominan ahora «prehipertensas» (tabla 1). Irónicamente, una persona perfectamente sana de 19 años de edad con una PA persistente de 120/80 mmHg no sería considerada «normal», sino «prehipertensa». Claramente, el concepto de «prehipertensión» procede de la bien establecida asociación lineal, gradual y continua entre la PA y el riesgo cardiovascular, sin que se haya demostrado la existencia de un umbral a partir de los valores de 115/75 mmHg4. También procede de la evidencia, obtenida en el estudio de Framingham, de que una presión arterial en el límite alto de la normalidad (130-139 mmHg la sistólica y 85-89 mmHg la diastólica) se asocia a un aumento en el riesgo de enfermedad cardiovascular y de hipertensión futura5. En la concepción de «prehipertensión» de los expertos del JNC 7 se enfatiza la sensibilización de la población general y de los profesionales sanitarios para la implantación de estrategias efectivas y continuadas que permitan una vida más sana (prevención o interrupción del consumo de cigarrillos, prevención o tratamiento del exceso de peso corporal, realización de actividad física, etc.). Sin embargo, para los críticos, la «prehipertensión» se puede contemplar como una definición innecesaria de «semienfermedad», incluso en personas completamente sanas, lo que podría generar angustia, ansiedad y depresión e influir en el desarrollo laboral y el ambiente familiar. En comparación con un documento de características similares, el protocolo European Society of Cardiology/European Society of Hypertension (ESC/ESH) más reciente6, ha mantenido la clasificación previa de normotensión (PA sistólica, 120-129 mmHg; PA diastólica, 80-84 mmHg) y de PA en el límite alto de la normalidad (PA sistólica 130-139 mmHg o PA diastólica 85-89 mmHg). Probablemente, si el término «prehipertensión» se hubiera limitado a las personas con una PA en el límite alto de la normalidad, habría sido más aceptable.
ÚNICAMENTE FASES 1 Y 2
La hipertensión de fase 3 ha sido eliminada, porque las estrategias terapéuticas en las fases 2 y 3 son esencialmente iguales. Por tanto, todas las personas con una PA sistólica ≥ 160 mmHg o una PA diastólica ≥ 100 mmHg pertenecen ahora a la fase 2, que es la fase mayor. Por el contrario, en el protocolo ESC/ESH se mantiene la hipertensión de grado 2 (PA sistólica, 160-179 mmHg; PA diastólica, 100-19 mmHg) y la hipertensión de grado 3 (sistólica, ≥ 180 mmHg; diastólica, ≥ 110 mmHg).
EL EFECTO DE LA PRESIÓN ARTERIAL SISTÓLICA
En el JNC 7 se reconoce que la PA sistólica es más importante que la PA diastólica como factor de riesgo cardiovascular, excepto, quizá, en las personas más jóvenes. La rigidez progresiva de las arterias de mayor calibre parece ser un mecanismo básico importante en el incremento progresivo de la PA sistólica y en la disminución de la PA diastólica después de los 55 años de edad, con el consiguiente incremento de la presión diferencial (PD) con la edad7,8. Por tanto, el aumento de la PD puede reflejar la presencia de arterias ya afectadas, con implicaciones pronósticas adversas7,8. En estudios efectuados con diseño transversal, la PD ha demostrado presentar una fuerte asociación directa con la aterosclerosis carotídea, con la masa ventricular izquierda y con las lesiones de la sustancia blanca cerebral detectadas mediante resonancia magnética9-11. Desde un punto de vista pronóstico, en varios estudios se ha demostrado la asociación entre la PD y el riesgo de complicaciones cardiovasculares en diversos contextos clínicos, y esta asociación ha sido independiente de las cifras de la PA sistólica y de la PA diastólica12-14. Por desgracia, el control de la PA sistólica es más difícil de alcanzar que el de la PA diastólica, especialmente en las personas de edad avanzada.
FACTORES DE RIESGO CARDIOVASCULAR
En el JNC 7 se recogen varios factores de riesgo cardiovascular bien establecidos, entre los que también se incluyen la microalbuminuria y la tasa de filtración glomerular estimada < 60 ml/min. Esta consideración es correcta teniendo en cuenta la importante evidencia existente acerca del efecto pronóstico independiente de la microalbuminuria en los pacientes con hipertensión15,16. Sin embargo, al menos en la versión abreviada publicada en JAMA1, no se ha dedicado un gran esfuerzo en definir el valor del riesgo cardiovascular en las personas individuales (estratificación del riesgo) según las diferentes combinaciones entre los valores de la PA y los factores de riesgo concomitantes. Por el contrario, en el documento ESC/ESH6 se definen cinco valores de riesgo (riesgo convencional, riesgo escasamente aumentado, riesgo moderadamente aumentado, riesgo intensamente aumentado y riesgo muy intensamente aumentado) según estas combinaciones. Por ejemplo, las personas con hipertensión en fase 1 presentarían un riesgo escasamente aumentado si no mostraran otros factores de riesgo; un riesgo moderadamente aumentado si mostraran uno o 2 factores de riesgo más; un riesgo intensamente aumentado si mostraran 3 o más factores de riesgo, diabetes o lesión de órganos susceptibles, y un riesgo muy intensamente aumentado si hubieran padecido algún trastorno clínico asociado (antecedentes de accidente cerebrovascular, ataque isquémico transitorio, coronariopatía, enfermedad vascular periférica o retinopatía en fase III o IV). Tal y como se expone más adelante, las implicaciones respecto al tratamiento parecen depender muy poco de los factores de riesgo concomitantes (aparte de lo relativo a la diabetes) y están orientadas, fundamentalmente, a los valores de la PA.
¿QUÉ PACIENTES REQUIEREN MEDICACIÓN ANTIHIPERTENSIVA?
Las personas que no alcanzan la «PA objetivo» tras la realización de modificaciones en su estilo de vida deben comenzar el tratamiento medicamentoso. El objetivo en la PA significa < 140/90 mmHg, con la notable excepción de los pacientes diabéticos, en los que el objetivo es < 130/80 mmHg. Afortunadamente, el documento ESC/ESH recoge los mismos objetivos exactamente. Es destacable el hecho de que en el JNC 7 se recomienda el tratamiento farmacológico en las personas no diabéticas con una PA sistólica ≥ 140 mmHg o con una PA diastólica ≥ 90 mmHg, a pesar de la realización de modificaciones en el estilo de vida, en ausencia completa de factores de riesgo concomitantes y también en presencia de sólo uno o 2 factores de riesgo. Esta recomendación induce a un abordaje muy liberal del tratamiento medicamentoso. Por el contrario, en el documento ESC/ESH se incluyen criterios un poco más restrictivos y se recomienda el tratamiento medicamentoso en los pacientes con un riesgo moderadamente aumentado (uno o 2 factores de riesgo en la hipertensión de grado 1, de uno a 2 factores de riesgo en la hipertensión de grado 2) que no hayan alcanzado la PA objetivo tras un período de 3 meses de aplicación de modificaciones en su estilo de vida, y, también, en los pacientes con riesgo bajo (ausencia de factores de riesgo en la hipertensión de grado 1) que no hayan alcanzado la PA objetivo tras un período de 3-12 meses de aplicación de modificaciones en su estilo de vida.
¿QUÉ MEDICAMENTOS?
Éste es un aspecto clave. El JNC 7 parece ser muy drástico superficialmente, pero cuando se analiza con detalle todo el documento se observa que es flexible. En el JNC 7 sólo se dice que, en las personas con hipertensión de fase 1, los diuréticos tiazídicos se deben utilizar «como tratamiento inicial en la mayor parte de los pacientes con hipertensión». Las razones son el bajo coste económico de los diuréticos y la evidencia de que «en la mayor parte de los ensayos clínicos evolutivos, incluido el Antihypertensive and Lipid-Lowering Treatment to Prevent Heart Attack Trial (ALLHAT) publicado recientemente, los diuréticos han sido, virtualmente, los mejores medicamentos para la prevención de las complicaciones cardiovasculares en la hipertensión». Los críticos pueden señalar que «mejores» no es lo mismo que «superiores», y también que los ensayos clínicos ALLHAT han presentado varios problemas metodológicos17,18. Un problema importante en el estudio ALLHAT fue la asociación forzada por el protocolo entre el lisinopril y el atenolol, en vez de un diurético o de un antagonista del calcio del grupo de la dihidropiridina (que es la elección más habitual en la práctica clínica), en las personas resistentes a la monoterapia. De manera inevitable, este tipo de combinación favoreció a la clortalidona (que se podía añadir al atenolol en una combinación farmacológicamente apropiada) sobre el lisinopril.
A diferencia del JNC 7, en el documento ESC/ESH se considera que los diuréticos, los bloqueadores beta, los inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina (ECA), los antagonistas del calcio y los bloqueadores de la angiotensina II son medicamentos adecuados para el inicio y el mantenimiento del tratamiento6. Esta posición se basa en la ausencia de pruebas (en los ensayos clínicos evolutivos de mayor envergadura) de que exista una superioridad clara de cualquier clase de fármacos sobre las demás clases. De manera destacable, en el documento ESC/ESH se añade la consideración (recuadro 11) de que la elección de los medicamentos puede estar influida por numerosos factores, incluyendo «el coste económico de los mismos». Así, el médico puede interpretar esta declaración (la ausencia de superioridad de cualquier clase de medicamentos sobre las demás y la necesidad de tener en cuenta el coste de los fármacos) como muy similar en su contenido esencial a la expresada en el documento JNC 7 en apoyo de los diuréticos como agentes de primera línea.
Más allá de las consideraciones relativas a la prehipertensión y al tratamiento inicial con diuréticos, los documentos JNC 7 y ESC/ESH muestran una concordancia aparente en otros aspectos. En ambos se reconoce que para la normalización de la PA son necesarias, en muchos pacientes, las combinaciones de 2 o más medicamentos. En este punto, el JNC 7 introduce criterios objetivos al indicar que si la PA anterior al tratamiento es > 20/10 mmHg por encima de la PA objetivo, se debe considerar la posibilidad de comenzar el tratamiento con 2 agentes farmacológicos. Así, en el JNC 7 se indica claramente que en todas las personas no diabéticas con una PA sistólica > 160 mmHg o una PA diastólica > 100 mmHg (así como en todos los diabéticos con una PA sistólica > 150 mmHg o una PA diastólica > 90 mmHg) es necesario comenzar el tratamiento con 2 fármacos.
Otro aspecto importante en el que existe una concordancia sustancial entre los documentos JNC 7 y ESC/ESH es el relativo a la indicación preferencial de diversos fármacos específicos, incluso como tratamiento inicial. Tal y como se observa en la tabla 2, las «indicaciones obligatorias» para el tratamiento medicamentoso antihipertensivo específico mencionado en el JNC 72 no son sustancialmente diferentes de las «circunstancias que favorecen el uso»6 de diversos fármacos específicos mencionados en el documento ESC/ESH.
Desde una perspectiva puramente científica, y no diplomática, es muy gratificante comprobar que la mayor parte de las consideraciones acerca del diagnóstico y el tratamiento de los pacientes con hipertensión no son sustancialmente diferentes en ambos lados del océano.
En conclusión, el JNC 7 es un arsenal actualizado y bien equipado de armas extraordinarias frente a la hipertensión y sus complicaciones. Ahora queda por hacer lo más difícil: su implementación efectiva en la práctica clínica con el objetivo de disminuir la morbilidad y la mortalidad cardiovasculares.
Correspondencia: Dr. Paolo Verdecchia.
Ospedale R. Silvestrini. Dipartimento Malattie Cardiovascolari.
Vía S. Andrea Delle Fate, s/n. Perugia. Italia.