El Grupo de Trabajo de Cardiología Nuclear de la Sociedad Española de Medicina Nuclear e Imagen Molecular desea realizar puntualizaciones sobre los artículos de López-Fernández et al.1,2.
En el primer artículo se declara que «actualmente la ventriculografía isotópica no se debe considerar de elección para monitorizar tratamientos onco-hematológicos por el riesgo que conlleva de radiación ionizante», sin aportar ninguna referencia específica que apoye dicha afirmación, mientras que en el segundo artículo ni se aporta la más mínima información sobre la ventriculografía isotópica.
Hay una importante evidencia científica sobre la eficacia de las técnicas de cardiología nuclear en la evaluación de la función ventricular, y la ventriculografía isotópica es el patrón de referencia en la valoración de la cardiotoxicidad secundaria a quimioterapia. Su cálculo de la fracción de eyección del ventrículo izquierdo basado en métodos no geométricos carece de los errores de otras técnicas diagnósticas, debido a cambios de la morfología ventricular o alteraciones de la movilidad regional.
Estudios clásicos de cardiotoxicidad por antraciclinas demuestran que la monitorización de la fracción de eyección del ventrículo izquierdo por ventriculografía isotópica reduce hasta 4 veces la incidencia de insuficiencia cardiaca, y cuando ocurre es menos grave y reversible3. Desde los años ochenta, sobre esta evidencia científica, la ventriculografía se utiliza ampliamente en la práctica clínica y en innumerables ensayos clínicos de control de cardiotoxicidad4.
Su alta reproducibilidad la hace una técnica idónea para la monitorización de la función cardiaca. Comparada con la ecocardiografía, la ventriculografía presenta variabilidades intraobservador e interobservadores mucho menores, algo esencial para monitorizar pequeñas variaciones en la fracción de eyección del ventrículo izquierdo y detectar precozmente un deterioro en fase subclínica, antes de que se produzca la insuficiencia cardiaca4.
El segundo artículo reconoce los inconvenientes de otras técnicas diagnósticas para valorar la cardiotoxicidad: baja reproducibilidad (ecocardiografía 2D), menor disponibilidad y escasos datos publicados (ecocardiografía 3D y strain longitudinal global), falta de disponibilidad (resonancia magnética) y falta de utilidad (tomografía computarizada), pero está ausente cualquier información sobre la ventriculografía isotópica, que supera a todas las anteriores en reproducibilidad, fiabilidad, uso en práctica clínica y evidencia científica publicada durante décadas.
Carece de dificultades técnicas por obesidad, ventanas acústicas, claustrofobia, prótesis mamarias o marcapasos y tiene un coste comparable al de modalidades alternativas5.
Respecto a la radiación y su supuesto riesgo, es de vital importancia analizar la evidencia científica en este sentido.
No se han descrito datos de cáncer inducido por la exposición a la radiación en estudios de cardiología nuclear. La radiación de una ventriculografía equivale al fondo natural de 3 a 6 meses. La incidencia natural del cáncer excede la tasa teórica del supuesto cáncer radioinducido, y es inferior que la incidencia debida a radiación de fondo6. La radiación de la tomografía computarizada y la radioterapia, habituales en estos pacientes oncológicos, es muy superior a la de la ventriculografía7.
Los médicos nucleares seguimos el criterio ALARA (radiación tan baja como sea razonable), utilizando la mínima posible y con posibilidad de reducirla mediante nuevos equipos y perfeccionamientos técnicos. Así la cardiología nuclear es un importante componente estratégico en la multimodalidad cardio-oncológica8.
Por ello, en los documentos citados debe constar el importantísimo papel actual de la ventriculografía isotópica en la detección de cardiotoxicidad, por su fiabilidad, reproducibilidad y escasa radiación, con claro predominio del beneficio para los pacientes, avalado por una amplia evidencia científica. El control de los pacientes con tratamientos cardiotóxicos debe ser multidisciplinario, mediante la coordinación de oncólogos, cardiólogos y especialistas en imagen cardiaca, responsables de aplicar el método con los mejores resultados demostrados, sin privar a los pacientes de la técnica de elección según la evidencia científica.