Hemos leído con interés el artículo de Crespo-Leiro et al sobre adherencia terapéutica en pacientes ambulatorios con insuficiencia cardiaca (IC), en el que se destacan al menos dos hechos importantes: el buen nivel de prescripción en este campo por parte del cardiólogo y, especialmente, la gran adherencia de los pacientes estudiados1, con cifras que mejoran en mucho las descritas en publicaciones previas2.
Nuestros comentarios –y objeciones– vienen referidos a la edad de los pacientes, un dato al que no se alude en la discusión, ni siquiera en el apartado de limitaciones. La edad media de estos pacientes fue de 65 años y ninguno tenía más de 73, lo que resulta sorprendente y cuestiona seriamente la representatividad de todo el estudio.
La edad a la que aparece la IC es cada vez más elevada. Se conoce que tanto la incidencia como la prevalencia del síndrome se duplican cada década a partir de los 45 años3, que la edad del primer episodio ha aumentado unos 15 años en las cuatro últimas décadas y que un 70% de los ingresos son de pacientes mayores de 70 años4,5.
Son datos epidemiológicos en línea con la literatura al respecto, como los sucesivos informes NHANES, o en nuestro país los del PRICE4, o el llevado a cabo en los servicios de urgencias españoles, donde con una cifra próxima a los 6.000 pacientes la edad media era de 79,4 años y solo un 8,5% tenía menos de 65 años5. El estudio Rotterdam habla de prevalencias de IC del 0,9% entre los 55 y los 64 años, y del 17,4% por encima de los 85 años, con una incidencia de 1,4/1.000 entre los 55 y los 59 años y de 47,4/1.000 a partir de los 90 años de edad6. Muy significativo, por las cifras que maneja, es el registro hospitalario sueco de IC que cubre 12 años y recoge 156.919 pacientes con un primer diagnóstico de IC al alta (295.425 si se consideran los diagnósticos complementarios), y solo el 8% de los hombres y el 5% de las mujeres eran menores de 65 años7.
Habría que buscar interpretaciones. Una, muy pobre, sería que los autores se centran en pacientes ambulatorios. Más importante parece el hecho de tratarse de un estudio realizado únicamente por cardiólogos y en consultas de cardiología, cuando la IC es seguida por muchos otros especialistas (familia, geriatras, internistas, etc.). Un registro, que cubre todo un año con datos del Hospital Clínico San Carlos, de Madrid, muestra que de los cerca de 1.000 diagnósticos de IC que aparecen en los informes de alta de ese año menos de 200 corresponden al servicio de cardiología, y la edad media de esos pacientes es de 70,9 años, mientras que la de los pacientes procedentes de medicina interna era de 80 años y la de los atendidos en geriatría era de 88 años8.
Aunque algo ya se está haciendo, sería deseable que las sociedades científicas que representan oficialmente a la cardiología en Europa y en España aceleraran sus pasos para que síndromes tan complejos y prevalentes como la IC puedan ser estudiados desde una perspectiva más amplia, no limitada a los cardiólogos, en un intento de eliminar sesgos tan importantes como el que presenta el estudio que da origen a estos comentarios.