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Durante varias décadas, los anatomopatólogos observaron que la aterosclerosis coronaria está limitada generalmente a los segmentos subepicárdicos y que los segmentos coronarios intramiocárdicos rara vez muestran aterosclerosis1. También observaron que la grasa pericárdica se sitúa principalmente a lo largo de las ramas coronarias principales2,3. Estas 2 observaciones llevaron a los investigadores a sospechar y confirmar la existencia de una relación entre la grasa pericárdica y la aterosclerosis coronaria.
La obesidad o el exceso de tejido adiposo se han relacionado desde hace mucho tiempo con la enfermedad cardiovascular y la mortalidad. Los estudios epidemiológicos han demostrado que la grasa visceral, posiblemente más que la grasa total, está involucrada en la aterosclerosis a través de mecanismos indirectos, como la mala regulación metabólica, y factores de riesgo relacionados con la obesidad, como la hipertensión sistémica y la dislipemia4–6. Los estudios realizados han mostrado también la existencia de mecanismos directos que relacionan la obesidad con la enfermedad cardiovascular, como el aumento de ácidos grasos libres circulantes y la producción de citocinas7–9. Estudios más actuales han mostrado que la grasa pericárdica, un tipo de grasa visceral ectópica situada alrededor del corazón en forma de tejido adiposo subepicárdico (intrapericárdico) o por fuera del pericardio, tiene gran cantidad de marcadores inflamatorios y es metabólicamente activa10,11. Otros estudios han demostrado que la grasa pericárdica de los pacientes con aterosclerosis es más activa metabólicamente que la grasa de las personas sin enfermedad coronaria aterosclerótica12,13. En estudios transversales se ha observado asociación entre la grasa pericárdica medida con ecocardiografía, tomografía computarizada o resonancia magnética y la presencia de aterosclerosis coronaria y su grado14–16, así como, usando pruebas de estrés gammagráficas, una asociación entre grasa pericárdica y disminución de la perfusión miocárdica17. La grasa epicárdica de los ventrículos está relacionada con la masa miocárdica no solo en los corazones normales, sino también en los hipertróficos o isquémicos18. Los estudios realizados han puesto de manifiesto que el grosor del tabique auricular, que viene dado fundamentalmente por la cantidad de grasa subepicárdica, se asocia a enfermedad coronaria19. Sin embargo, algunos estudios no han logrado evidenciar la asociación entre grasa pericárdica y enfermedad coronaria. Un estudio publicado por Chaowalit et al20, sobre 180 pacientes consecutivos a los que se realizaron una ecocardiografía y una angiografía coronaria, no observó correlación significativa alguna entre el grosor del tejido adiposo subepicárdico (medido en la pared libre del ventrículo derecho) y ninguna de las variables angiográficas (p > 0,05). En dicho estudio el porcentaje de pacientes con enfermedad coronaria significativa en alguna arteria coronaria y la puntuación de gravedad no presentaron asociación significativa con el grosor del tejido adiposo subepicárdico. Además, en ese mismo estudio no se observó una correlación significativa entre grasa epicárdica y dislipemia, diabetes mellitus, tabaquismo u obesidad, pero la grasa epicárdica sí estaba correlacionada con la edad. En favor de la hipótesis que relaciona la grasa pericárdica con la enfermedad coronaria, hay estudios prospectivos que han demostrado asociación entre grasa pericárdica y eventos cardiovasculares, lo que respalda el concepto de que la grasa pericárdica está involucrada en la génesis y la progresión de la enfermedad coronaria aterosclerótica21.
La asociación entre grasa pericárdica y enfermedad coronaria se ha atribuido en parte a mecanismos paracrinos debidos a la proximidad del tejido adiposo pericárdico con las arterias coronarias22. También se ha apuntado que la grasa pericárdica podría estar involucrada en la mala regulación metabólica general asociada a la grasa visceral14, aunque esta hipótesis es cuestionable, ya que el volumen de grasa pericárdica es muy pequeño en comparación con el volumen de otros depósitos de grasa visceral. Así pues, la asociación entre grasa pericárdica y mala regulación metabólica se explica muy probablemente por la asociación entre la grasa pericárdica y la grasa visceral total, que actúa como factor de confusión desde el punto de vista estadístico. Este extremo se ha puesto de manifiesto en algunos estudios que han observado que la asociación entre grasa pericárdica y mala regulación metabólica y enfermedad coronaria generalmente se pierde o se atenúa de manera significativa tras introducir un ajuste respecto a los parámetros de valoración de la grasa visceral no cardiaca14.
En el artículo publicado en Revista Española de Cardiología, Fernández-Muñoz et al23 han evaluado la hipótesis de que la grasa pericárdica muestra una asociación con la grasa visceral, el síndrome metabólico y la resistencia a la insulina en mujeres posmenopáusicas, mediante el examen de 34 mujeres de 50-65 años, a las que se realizó una ecocardiografía transtorácica y se determinó la grasa pericárdica. Los autores han puesto de relieve que la grasa epicárdica muestra estrecha correlación con el índice de masa corporal, el perímetro de la cintura y la grasa visceral, y también con la presencia de síndrome metabólico. Este estudio es el primero que evalúa esta asociación en mujeres posmenopáusicas y añade un elemento de información importante a la literatura al demostrar que la grasa pericárdica tiene una intensa correlación con otros depósitos de grasa visceral y con parámetros clínicos de valoración de la resistencia a la insulina en mujeres posmenopáusicas. Aunque este estudio proporciona información adicional para comprender mejor la compleja asociación entre obesidad, mala regulación metabólica y enfermedad cardiovascular, sigue habiendo preguntas a las que será preciso responder en los próximos años mediante estudios similares. Se trata de preguntas relativas al papel de la grasa pericárdica en la fisiopatología de la enfermedad cardiovascular y el posible papel de las determinaciones de la grasa pericárdica como instrumento de uso clínico.
PREGUNTA 1: ¿LA GRASA PERICÁRDICA DESEMPEÑA ALGÚN PAPEL CAUSAL EN LA GÉNESIS Y LA PROGRESIÓN DE LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR?La mayor parte de la evidencia existente sobre el estudio de la asociación entre grasa pericárdica y enfermedad cardiovascular es de tipo transversal, lo que limita la posibilidad de extraer conclusiones sobre la direccionalidad y la causalidad de dicha asociación. Se necesitan más estudios prospectivos que valoren la asociación entre la grasa pericárdica y los resultados clínicos. Se ha señalado que la grasa pericárdica podría ser un componente peligroso o que puede tratarse simplemente de un parafenómeno que señale la presencia de otros factores de riesgo cardiovascular24. Dado que la grasa pericárdica muestra una intensa correlación con la grasa visceral total, y especialmente con la grasa visceral abdominal, no está claro que la asociación entre grasa pericárdica y mala regulación metabólica sea realmente independiente o, como se ha mencionado antes, simplemente sea un efecto de confusión. El principal problema es que la grasa pericárdica tiene una correlación tan intensa con otros depósitos de grasa que resulta difícil separar el efecto de cada uno de estos depósitos en la mala regulación metabólica.
PREGUNTA 2: ¿QUÉ CAUSA DE LA ACUMULACIÓN DE GRASA PERICÁRDICA?Varios estudios han puesto de manifiesto una asociación apenas moderada entre la obesidad general medida con el índice de masa corporal y la grasa pericárdica25,26, lo cual indica que el depósito de grasa pericárdica puede no explicarse por completo por un desequilibrio entre consumo y gasto de energía, como ocurre en la obesidad general. Dado que la grasa pericárdica puede ejercer de fuente cercana de ácidos grasos disponible para el consumo miocárdico, es posible que la acumulación de grasa pericárdica pueda estar motivada, al menos en parte, por mecanismos compensatorios o protectores. Por ejemplo, en los pacientes con diabetes mellitus tipo 2 tratados con pioglitazona durante 24 semanas, hubo un aumento del volumen de grasa pericárdica, en comparación con el grupo de control de pacientes tratados con metformina, con una mejora simultánea de la función diastólica27. Se ha propuesto también que la acumulación de grasa pericárdica pueda ser un mecanismo compensatorio protector del miocardio que, si no, estaría en riesgo de isquemia. Por ejemplo, la infiltración de macrófagos en el tejido adiposo puede fomentar la angiogénesis28. Los estudios que nos permitan conocer mejor la etiología de la grasa pericárdica nos ayudarán a determinar si esta es o no un objetivo terapéutico.
PREGUNTA 3: ¿EN QUÉ AUMENTA EL VALOR DIAGNÓSTICO O PRONÓSTICO LA MEDICIÓN DE LA GRASA PERICÁRDICA?Determinar el valor diagnóstico o pronóstico incremental de una prueba resulta complejo. Para que aporte valor añadido, una nueva prueba debe demostrar que identifica a individuos en riesgo a los que no se consideraría tales con usando las pruebas estándar. Las formas matemáticas de aportar valor añadido incluyen determinar el aumento del área bajo la curva de características operativas del receptor o determinar el porcentaje neto de reclasificación. Lamentablemente, no hay ningún estudio clínico que se haya centrado específicamente en la evaluación del valor diagnóstico o pronóstico incremental de medir la grasa pericárdica para identificar a las personas con riesgo de enfermedad coronaria o con eventos cardiovasculares. Dada la correlación muy intensa existente entre la grasa pericárdica y otros depósitos viscerales de grasa, y también con métodos sencillos de medir la adiposidad, como el perímetro de cintura, es improbable que la medición de la grasa pericárdica aporte un valor adicional al que proporciona la medición del perímetro de cintura o de la distribución de la grasa con el cociente cintura/cadera. Futuros estudios clínicos que determinen el valor diagnóstico y pronóstico incremental de medir la grasa pericárdica permitirán responder a esta cuestión.
Por último, es importante apreciar que un mejor conocimiento de la biología, la etiología y el riesgo asociado de la grasa pericárdica serán útiles para comprender mejor la compleja asociación entre adiposidad y enfermedad cardiovascular. En estudios recientes, se ha demostrado una correlación intensa entre la grasa pericárdica y la fibrilación auricular29 y otros estudios indican que la grasa pericárdica es tan solo la punta del iceberg respecto a la acumulación de grasa cardiaca. La esteatosis del tejido miocárdico puede desempeñar un papel aún más importante que la grasa pericárdica en los trastornos cardiovasculares, pero no se dispone de estudios de cohorte que hayan medido simultáneamente la esteatosis cardiaca y la grasa pericárdica. El contenido miocárdico de triglicéridos es un instrumento prometedor en la identificación y la cuantificación de la esteatosis cardiaca30. De hecho, la esteatosis cardiaca puede ser un importante factor predictivo de insuficiencia cardiaca y arritmias cardiacas, aunque está todavía por demostrar. La naturaleza, el papel que desempeña y las causas de la acumulación de grasa epicárdica podrán esclarecerse mejor con estudios genéticos. Los resultados preliminares muestran un locus específico para la grasa ectópica, no relacionado con la grasa en general o la visceral31. Estudios futuros en los que se aborden simultáneamente diferentes formas de adiposidad cardiaca permitirán esclarecer el papel independiente o sinérgico de la grasa alrededor o dentro del miocardio. Por el momento, los resultados indudables de múltiples estudios respaldan la idea de que la obesidad cardiaca o la acumulación de grasas en el corazón o a su alrededor constituyen un importante factor de riesgo de enfermedad cardiovascular.
FINANCIACIÓNFinanciado en parte por el Fondo de Desarrollo Regional Europeo (Proyecto FNUSA) ICRC (número CZ.1.05/1.1.00/02.0123) y la Agencia de Subvención Interna del Ministerio de Sanidad de la República Checa (IGA MZCR, número NT13434-4/2012).
CONFLICTO DE INTERESESNinguno.