ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 61. Núm. 3.
Páginas 299-310 (Marzo 2008)

Factores de riesgo cardiovascular. Perspectivas derivadas del Framingham Heart Study

Cardiovascular Risk Factors. Insights From Framingham Heart Study

Christopher J O'DonnelaRoberto Elosuab

Opciones

La epidemiología se dedica al estudio de la distribución y la frecuencia de la enfermedad y sus determinantes en la población. La epidemiología cardiovascular se inició en los años treinta como consecuencia de los cambios observados en las causas de mortalidad. En los años cincuenta se pusieron en marcha varios estudios epidemiológicos para aclarar las causas de la enfermedad cardiovascular. Cuatro años después del inicio del Framingham Heart Study, los investigadores identificaron que el colesterol elevado y la presión arterial alta eran factores importantes en cuanto a la aparición de la enfermedad cardiovascular. En los años siguientes, el estudio de Framingham y otros estudios epidemiológicos contribuyeron a identificar otros factores de riesgo, que ahora se consideran ya clásicos. Al acuñar la expresión «factor de riesgo», el Framingham Heart Study facilitó un cambio en el ejercicio de la medicina. En la actualidad, definimos un factor de riesgo como un elemento o una característica mensurable que tiene una relación causal con un aumento de frecuencia de una enfermedad y constituye factor predictivo independiente y significativo del riesgo de contraer una enfermedad. En esta revisión de carácter narrativo, presentaremos algunos de los resultados más relevantes respecto a las causas de la enfermedad cardiovascular derivados del Framingham Heart Study, centrándonos en la identificación de los factores de riesgo, el análisis de su capacidad predictiva y las consecuencias que estas observaciones tienen en lo relativo a la prevención.

Palabras clave

Enfermedad cardiovascular
Enfermedad coronaria
Epidemiología
Prevención
Factor de riesgo

INTRODUCCIÓN

La epidemiología se dedica al estudio de la distribución y la frecuencia de la enfermedad y sus determinantes en la población1. El significado del término deriva de la palabra epidemia, y en la primera mitad del pasado siglo las principales epidemias eran brotes de enfermedades infecciosas. Con el descubrimiento de los antibióticos2 y la aplicación de medidas de salud pública para controlar la diseminación de esas enfermedades3, la mortalidad debida a las infecciones disminuyó y se produjo un aumento de la esperanza de vida. Como consecuencia de estos cambios, un grupo de enfermedades no infecciosas pasó a ser la causa principal de mortalidad: las enfermedades cardiovasculares. Aproximadamente a mediados del siglo pasado, la mortalidad por enfermedad cardiovascular empezó a aumentar rápidamente, pero se sabía muy poco de sus orígenes y sus causas.

La epidemiología cardiovascular empezó en los años treinta como consecuencia de los cambios observados en las causas de mortalidad. En 1932, Wilhelm Raab describió la relación existente entre la dieta y la enfermedad coronaria (EC) en distintas zonas5, y en 1953 se describió una asociación entre las concentraciones de colesterol y la mortalidad por EC en diversas poblaciones5.

En los años cincuenta se pusieron en marcha varios estudios epidemiológicos para aclarar las causas de la enfermedad cardiovascular (ECV)6-10. En 1948, el Servicio de Salud Pública de Estados Unidos inició el Framingham Heart Study, con la finalidad de estudiar la epidemiología y los factores de riesgo de la ECV11. Ese mismo año, se amplió el National Institute of Health, que pasó a englobar diversos institutos, cada uno de ellos dedicado al estudio de determinadas enfermedades. El Framingham Heart Study pasó a depender del National Heart Institute, fundado en 1949, que ahora se denomina National Heart, Lung, and Blood Institute y aún lo dirige. Desde 1970, el Framingham Heart Study ha tenido también una estrecha relación con la Boston University. Se eligió la ciudad de Framingham, situada 32 km al oeste de Boston, Massachusetts, porque en ella se había realizado con éxito un estudio de base poblacional sobre la tuberculosis en 1918, y por su proximidad a los principales centros médicos de Boston; la presencia de varias empresas grandes y el apoyo prestado por la comunidad médica y la sociedad civil que estaban bien informadas y se mostraban muy colaboradoras.

La primera cohorte la formaron 5.209 habitantes sanos, de entre 30 y 60 años de edad, que se incorporaron al estudio en 1948, para la realización de exámenes bianuales que han continuado desde entonces. En 1971, se seleccionó a 5.124 hijos e hijas (y sus cónyuges) de la cohorte inicial, para su inclusión en el Offspring Study. Finalmente, en 2002, un total de 4.095 participantes se incorporaron a la cohorte de tercera generación (Third Generation) del estudio12. En la figura 1 se resumen algunos de los principales resultados y de los momentos clave del Framingham Heart Study.

Fig. 1. Resumen de algunos de los principales resultados y momentos clave del Framingham Heart Study. cHDL: colesterol de las lipoproteínas de alta densidad.

En los años cincuenta se consideraba que los individuos que presentaban una ECV eran personas con mala suerte. Al acuñar la expresión «factor de riesgo», el Framingham Heart Study facilitó un cambio en el ejercicio de la medicina. En la actualidad, definimos un factor de riesgo como un elemento o una característica mensurable que tiene una relación causal con un aumento de frecuencia de una enfermedad y constituye factor predictivo independiente y significativo del riesgo de presentar la enfermedad de interés.

En esta revisión de carácter narrativo, presentaremos algunos de los resultados más relevantes respecto a las causas de la ECV derivados del Framingham Heart Study, centrándonos en la identificación de los factores de riesgo, el análisis de su capacidad predictiva y las consecuencias que estas observaciones tienen en lo relativo a la prevención.

EL CAMINO HASTA LA IDENTIFICACIÓN DE LOS FACTORES ASOCIADOS A LA ENFERMEDAD CARDIOVASCULAR

Cuatro años después de iniciado el Framingham Heart Study, con 34 casos de infarto de miocardio en la cohorte, los investigadores identificaron el colesterol elevado y la presión arterial alta como factores importantes en el desarrollo de la ECV13. En los años siguientes, el estudio de Framingham y otros estudios epidemiológicos contribuyeron a identificar otros factores de riesgo de enfermedad cardiovascular que ahora se consideran ya clásicos.

Los factores de riesgo cardiovascular pueden clasificarse de diferentes formas. En la figura 2 se describe la relación de la evolución natural de las enfermedades cardiovasculares con el estilo de vida y determinadas características bioquímicas/fisiológicas que se consideran factores de riesgo de esas enfermedades, incluyendo los marcadores subclínicos de la enfermedad.

Fig. 2. Evolución natural de las enfermedades cardiovasculares (ECV) y su interacción con algunos aspectos del estilo de vida y características bioquímicas y fisiológicas que se consideran factores de riesgo de esas enfermedades. cHDL: colesterol de las lipoproteínas de alta densidad; cLDL: colesterol de las lipoproteínas de baja densidad; GIM: grosor intimomedial; PCR: proteína C reactiva.

Lípidos

Cuando se iniciaron los estudios epidemiológicos, había algunos datos previos que indicaban una relación entre el colesterol total y la aterosclerosis; estos datos se basaban en estudios realizados en animales y en observaciones clínicas. La asociación fue confirmada por los estudios epidemiológicos, que mostraron una relación intensa entre las cifras de colesterol total en suero y el riesgo cardiovascular10,14-16 e indicaron que los cambios de las concentraciones de colesterol debidos a la migración17,18 o a la aplicación de intervenciones19 se asociaban a cambios de la tasa de incidencia de ECV. A la vista de los resultados de esos estudios, los clínicos y los epidemiólogos coincidieron en que el colesterol plasmático total constituía un marcador útil para predecir la ECV. Estos resultados se confirmaron cuando se comprobó que el colesterol de las lipoproteínas de baja densidad (LDL), que son las principales lipoproteínas de transporte de colesterol en la sangre, presentaba también una asociación directa con la ECV20,21. Además, la concentración de colesterol de las LDL (cLDL) en los adultos jóvenes predice la aparición de ECV en una fase posterior de la vida22,23, lo cual respalda la idea de que se debe considerar la relación entre el cLDL y la aparición de ECV como un proceso continuo que se inicia en una etapa temprana de la vida. Las directrices actuales identifican el cLDL como el objetivo principal del tratamiento de la hipercolesterolemia24. En diversos ensayos clínicos se ha demostrado la eficacia de los tratamientos destinados a reducir el cLDL para obtener una disminución de la tasa de episodios de EC y la mortalidad24,25. Teniendo en cuenta los datos obtenidos en estudios observacionales y experimentales, se ha estimado que los efectos beneficiosos de la reducción del colesterol sérico en cuanto al riesgo de EC están relacionados con la edad. Una reducción del 10% en el colesterol sérico produce una disminución del riesgo de EC de un 50% a la edad de 40 años, del 40% a los 50 años, del 30% a los 60 años y del 20% a los 70 años26,

Mientras tanto, otros estudios estaban empezando a poner de relieve el hecho de que los individuos con concentraciones altas de lipoproteínas de alta densidad (HDL) tenían una probabilidad de tener una EC inferior a la de los individuos con concentraciones de HDL bajas20,27. Hubo que esperar a la publicación de los resultados del Cooperative Lipoprotein Study28 y del Framingham Heart Study29 para que el colesterol de las HDL (cHDL) fuera aceptado como un factor importante relacionado con la aterosclerosis. Se calcula que un aumento de 1 mg/dl en la concentración de HDL se asocia a una disminución del riesgo coronario de un 2% en los varones y un 3% en las mujeres30. El aumento de las concentraciones de cHDL ha pasado a ser una posible estrategia terapéutica para reducir la tasa de incidencia de EC. Aunque hay algunos fármacos, como fibratos, niacina y torcetrapib, un inhibidor de la proteína de transferencia de ésteres de colesterol, cuya eficacia en el aumento del cHDL se ha demostrado31,32, solamente con los fibratos se ha demostrado una reducción de los episodios coronarios graves; paradójicamente, se ha encontrado que el torcetrapib aumenta la presión arterial y el riesgo de morbimortalidad por un mecanismo todavía desconocido33.

El papel de los triglicéridos como factor independiente de riesgo de EC ha sido siempre controvertido y, aunque se ha presentado alguna evidencia convincente, hay algunas dudas acerca del carácter independiente de la relación observada34.

En España, la prevalencia de la hipercolesterolemia también es elevada, y se estima que un 23% de la población adulta presenta un colesterol total > 250 mg/dl35. En la figura 3 se indican las tendencias en el porcentaje de la población de Girona que ha presentado cifras de colesterol total, cLDL y cHDL mayores o menores que diversos umbrales durante los 10 últimos años36.

Fig. 3. Tendencias en el porcentaje de la población de Girona con valores de colesterol total, de las LDL y de las HDL mayores o menores que algunos valores umbral en los últimos 10 años. A: varones. B: mujeres. cHDL: colesterol de las lipoproteínas de alta densidad; cLDL: colesterol de las lipoproteínas de baja densidad.

Hipertensión

En 1948 se pensaba que era necesaria una presión arterial alta para impulsar la sangre a través de las arterias rígidas de las personas de mayor edad, y que su existencia era un elemento normal en el envejecimiento, por lo que se consideraba apropiado no tener en cuenta las elevaciones lábiles y sistólicas de la presión arterial37; rara vez se tenía en cuenta seriamente la hipertensión sistólica aislada38.

Los investigadores de Framingham disiparon estos mitos y describieron una asociación directa entre la presión arterial, independientemente de lo lábil que fuera, y el riesgo cardiovascular39. Además, se observó que la hipertensión sistólica aislada era un potente factor de predicción de ECV40.

Y lo que es más importante, el estudio de Framingham y otros estudios epidemiológicos demostraron que la presión arterial sistólica y la diastólica tienen una asociación continua, independiente, gradual y positiva con los parámetros de evolución cardiovascular41-44. Incluso los valores de presión arterial normales-altos se asocian a un aumento del riesgo de ECV45. A la vista de estos estudios, el séptimo informe del Joint National Committee elaboró una nueva clasificación de la presión arterial para los adultos de edad ≥ 18 años46, que incluía una nueva categoría denominada prehipertensión, puesto que estos individuos presentan un aumento del riesgo de progresión a hipertensión y muestran un aumento del riesgo de ECV.

En los individuos de 40 a 70 años, cada 20 mmHg de incremento de la presión arterial sistólica o 10 mmHg de incremento de la presión arterial diastólica se duplica el riesgo de ECV en todo el intervalo de valores de presión arterial que va de 115/75 a 185/115 mmHg47. En los ensayos clínicos, el tratamiento antihipertensivo se ha asociado a una reducción de un 35-40% de la incidencia de ictus, una reducción de un 20-25% en la incidencia de infarto de miocardio y una reducción de más de un 50% en la de insuficiencia cardiaca48.

En España, la prevalencia de hipertensión es elevada, y se estima que se sitúa alrededor del 34% de la población adulta35. En la población de Girona, las tendencias en cuanto a identificación, tratamiento y control de la hipertensión han puesto de manifiesto una mejora en los últimos 10 años, aunque la proporción de hipertensión controlada continúa estando lejos de lo que sería ideal (fig. 4)36.

Fig. 4. Tendencias en la prevalencia, la identificación, el tratamiento y el control de la hipertensión en la población de Girona en los últimos 10 años. A: varones. B: mujeres.

Tabaquismo

Antes del estudio de Framingham, el tabaquismo no era aceptado como una causa real de cardiopatía; incluso la American Heart Association hizo público en 1956 un informe en el que afirmaba que la evidencia existente era insuficiente para llegar a la conclusión de que hubiera una relación causal entre el consumo de cigarrillos y la incidencia de EC49. El Framingham Study y el Albany Cardiovascular Health Center Study demostraron al poco tiempo que los fumadores presentaban un aumento del riesgo de infarto de miocardio o muerte súbita50. Además, el riesgo estaba relacionado con el número de cigarrillos consumidos al día, y los ex fumadores tenían una morbimortalidad por EC similar a la de los individuos que nunca habían fumado50. Estos resultados fueron confirmados por otros estudios epidemiológicos51-53, y ello situó el tabaquismo como una cuestión de alta prioridad en los programas de prevención.

En España, la prevalencia del tabaquismo es muy elevada, y aunque ha disminuido ligeramente en los varones, ha aumentado en las mujeres durante la última década (fig. 5)36.

Fig. 5. Tendencias en la prevalencia de tabaquismo en la población de Girona en los 10 últimos años.

Diabetes

La diabetes se asocia a un aumento de 2-3 veces en la probabilidad de aparición de una ECV54, y este aumento es mayor en las mujeres que en los varones55; la intolerancia a la glucosa se asocia también a un aumento de 1,5 veces en el riesgo de aparición de ECV56.

Además, la diabetes se asocia también a una mayor probabilidad de aparición de hipertrigliceridemia, cHDL bajo, presión arterial alta y obesidad, que generalmente preceden a la aparición de la diabetes57. Se ha señalado que la resistencia a la insulina es un mecanismo frecuente de estos factores de riesgo58, a cuya combinación se denomina síndrome metabólico59, pero continúan existiendo ciertas dudas acerca del mecanismo común y el valor añadido que aporta este diagnóstico respecto al diagnóstico individual de cada uno de los componentes60.

En España, la prevalencia de diabetes es de un 8% de las mujeres y un 12% de los varones61 y parece mantenerse estable, si bien el aumento de prevalencia de obesidad en esta población puede comportar un aumento de la prevalencia de la diabetes62.

Inactividad física

Tras el primer estudio de Morris et al publicado en 195363, diversos estudios epidemiológicos han confirmado que hay relación entre la inactividad física y la EC64. El riesgo relativo de muerte por EC en un individuo sedentario en comparación con un individuo activo es 1,9 (intervalo de confianza [IC] del 95%, 1,6-2,2)64. En un reciente estudio se ha llegado a la conclusión de que las diferencias en los factores de riesgo conocidos explican una gran parte (59%) de la asociación inversa observada entre la actividad física y la EC. Los biomarcadores inflamatorios/hemostáticos eran los elementos que contribuían en menor medida a reducir el riesgo (32,6%), seguidos de la presión arterial (27,1%), el índice de masa corporal (10,1%) y la glucohemoglobina/diabetes (8,9%)65. La recomendación de realizar ejercicio físico ha pasado a ser un elemento importante de las políticas preventivas en los adultos66, los ancianos67 y los niños68.

Obesidad

La obesidad es un trastorno metabólico crónico asociado a numerosas comorbilidades, como EC69, ECV70, diabetes mellitus tipo 262, hipertensión71, determinados cánceres y apnea durante el sueño. Además, la obesidad es un factor independiente del riesgo de mortalidad por todas las causas72,73, relación que fue identificada por los investigadores de Framingham hace 40 años74. Aparte de las alteraciones del perfil metabólico, cuando se acumula un exceso de tejido adiposo, se producen diversas adaptaciones de la estructura y la función cardiacas75. De manera similar a lo observado con el cLDL, un estudio reciente ha indicado que tener un IMC más alto durante la infancia se asocia a un aumento del riesgo de EC en la edad adulta, lo cual respalda el concepto de que se debe considerar la progresión de la aterosclerosis como un proceso continuo que se inicia en una fase temprana de la vida76. Esta asociación parece ser más intensa en los niños que en las niñas y aumenta con la edad en ambos sexos76.

La prevención y el control del sobrepeso y la obesidad en los adultos y los niños ha pasado a ser un elemento clave para la prevención de las enfermedades cardiovasculares77-79.

Nuevos factores de riesgo

Aunque está muy difundido el concepto engañoso de que los 4 factores de riesgo cardiovascular tradicionales modificables (tabaquismo, diabetes mellitus, hipertensión e hipercolesterolemia) explican «tan sólo un 50%» del total de individuos que acaban teniendo una EC80, la exposición a los principales factores de riesgo es muy frecuente (> 80%) en las personas que contraen una EC81,82 y explica alrededor del 75% de la incidencia de EC83, lo cual resalta la importancia de tener en cuenta todos los factores de riesgo principales al estimar el riesgo de EC y al intentar prevenir la EC clínica.

No obstante, la investigación sobre los factores de riesgo no tradicionales y las causas genéticas de la EC es importante para descubrir nuevas vías relacionadas con la aterosclerosis84. En próximos artículos de esta serie, diversos autores examinarán aspectos específicos de estos nuevos factores de riesgo.

EVALUACIÓN DE LA CAPACIDAD PREDICTIVA DE LOS FACTORES DE RIESGO

Las enfermedades crónicas como la ECV son el resultado de interacciones complejas entre factores genéticos y ambientales durante largos períodos (fig. 2). En este apartado analizaremos la capacidad que tienen los factores de riesgo de predecir futuros episodios de ECV.

Una de las aportaciones de los investigadores de Framingham fue el desarrollo de nuevos métodos estadísticos multivariables para analizar el desarrollo de una enfermedad compleja85. Estos métodos nos permiten estimar el riesgo individual según el grado de exposición a diferentes factores de riesgo incluidos en una función matemática. La estimación de los episodios de EC y otros episodios cardiovasculares es un campo dinámico, y los investigadores de Framingham han propuesto y desarrollado diversas funciones86-88. La función más reciente es la publicada en 1998 y desarrolla un modelo de predicción coronaria simplificado, que utiliza la presión arterial, el colesterol y las clases de cLDL propuestas por el JNC-V y el NCEP/ATP-II88. Una de las preocupaciones existentes respecto al uso de la función de riesgo de Framingham ha sido la posibilidad de generalización a otras poblaciones, puesto que se basó en la experiencia del Framingham Study, que utiliza una muestra de individuos blancos procedentes de una población al oeste de Boston. Sin embargo, se ha comprobado que tiene una validez razonable en la predicción de la EC en diversas poblaciones de Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, y aunque sobrestima el riesgo absoluto en las poblaciones china y europea89, tras un recalibrado teniendo en cuenta las diferencias en la prevalencia de los factores de riesgo y las tasas de incidencia de acontecimientos coronarios, puede aplicarse a diferentes poblaciones90, incluida la española91,92.

La validez de una función de riesgo refleja tanto la capacidad de diferenciar a los individuos que van a tener la enfermedad de los que no (discriminación) como la coincidencia entre la probabilidad esperada y la observada (calibración).

La discriminación es la capacidad de un modelo predictivo de diferenciar a los individuos que sufren un episodio de EC de los que no lo sufren. Generalmente se cuantifica utilizando el parámetro estadístico c, que es análogo al área bajo la curva de características operativas del receptor (ROC); este valor es una estimación de la probabilidad de que un modelo asigne un riesgo más alto a los individuos que presentan una EC en un período de seguimiento de 5 años que a los que no la presentan90.

La calibración mide el grado de coincidencia entre las probabilidades de aparición de EC predichas y su aparición real. La calibración se evalúa por un parámetro que resume el grado en el que los riesgos esperados y los observados coinciden dentro de cada decil de riesgo esperado (estadístico de Hosmer-Lemeshow). Como se ha mencionado antes, cuando se utiliza la función de riesgo en poblaciones con una probabilidad de enfermedad o una prevalencia de factores de riesgo que difieren mucho de las existentes en la población en la que se ha desarrollado la función de riesgo, ésta debe recalibrarse para que mantenga su validez90. En este punto, es importante señalar que, si bien la incidencia de la EC difiere en distintas poblaciones, el riesgo relativo asociado al grado de exposición a los distintos factores de riesgo es homogéneo en las diversas poblaciones analizadas93,94.

La elección de los factores de riesgo a incluir en una ecuación de predicción del riesgo suele ser motivo de controversia, y tiene en cuenta la disponibilidad de métodos para la medición de los factores de riesgo y los costes de esas mediciones, así como consideraciones generales de simplicidad y exactitud de la ecuación. Sin embargo, una vez validada la ecuación de predicción del riesgo, la cuestión clave es el grado en que la adición de un nuevo factor de riesgo mejora la capacidad de predicción. El cambio del parámetro estadístico c como medida de la capacidad de discriminación aporta una indicación de esa mejora.

Aunque hay varios nuevos factores de riesgo con demostrada relación con la EC, estos factores no han mejorado de manera significativa la capacidad de discriminación de la función de riesgo clásica de Framingham, ni siquiera con factores con una magnitud de la asociación con EC (medida como la odds ratio o la razón de riesgos) > 395,96. La explicación de este hecho está en el solapamiento existente en las distribuciones del factor de riesgo entre los individuos con la enfermedad y los individuos sanos (fig. 6), que limita la mejora de la sensibilidad y la especificidad de la función de predicción de riesgo97. Se han descrito dificultades similares para mejorar la capacidad de discriminación de las funciones de riesgo al utilizar técnicas de diagnóstico por la imagen, como el grosor íntima-media de la carótida o el calcio coronario98-100. Queda mucho por investigar antes de que los nuevos biomarcadores puedan proporcionar una base para la predicción individual del riesgo y para definir un subgrupo de individuos en los que estos biomarcadores puedan aportar más datos complementarios.

Fig. 6. Solapamiento en la distribución de factores de riesgo entre los individuos con la enfermedad y los individuos sanos, que explica el elevado porcentaje de resultados falsamente positivos y negativos cuando se emplean las funciones de riesgo cardiovascular para la predicción de episodios cardiovasculares.

CONSECUENCIAS EN CUANTO A LA PREVENCIÓN

Cuando aparecieron los primeros resultados de los estudios epidemiológicos, había opiniones divergentes respecto a la necesidad de detectar y tratar los factores de riesgo asintomáticos, como la hipertensión o la hipercolesterolemia101. Sin embargo, los primeros resultados del Framingham Heart Study pusieron de manifiesto que gran parte de la mortalidad prematura debida a EC e ictus se producía en individuos con una propensión general a la aterosclerosis, y en el contexto de unos factores de riesgo identificados que aparecían mucho antes que los síntomas clínicos102. Estas observaciones condujeron a un cambio de paradigma en la percepción de las causas de la ECV y alentaron a los médicos a poner mayor énfasis en la prevención, así como en la detección y el tratamiento de los factores de riesgo, además de facilitar a los individuos la percepción de que podían reducir personalmente su riesgo de EC. Como afirmaba el Dr. Kannel, que fue investigador principal del Framingham Heart Study, «los episodios cardiovasculares empiezan a ser considerados un fracaso médico más que la primera indicación para el tratamiento»103. Sesenta años después del inicio del estudio, las ECV continúan siendo la principal causa de mortalidad total, y la morbilidad relacionada con estas enfermedades es elevada también en España104,105. Sin embargo, algunos datos recientes indican que las tasas de incidencia se redujeron en los varones de 35-64 años durante el período 1990-1999, pero no así en los de 65-74 años, lo cual indica que las medidas preventivas han elevado la edad a la que se observa el infarto de miocardio o su recurrencia en los varones; sin embargo, no se observaron cambios en la tasa de incidencia de las mujeres106.

Las directrices actuales aportan recomendaciones sobre los métodos de detección sistemática e identificación de individuos asintomáticos en riesgo de ECV. Los objetivos de estas directrices son reducir la incidencia de primeros episodios clínicos debidos a enfermedad coronaria, ictus isquémico y enfermedad arterial periférica o recurrencias posteriores. Se centran en la prevención de la discapacidad y la muerte prematura. Para ello, las directrices actuales abordan el papel de los cambios de estilo de vida, el tratamiento de los principales factores de riesgo cardiovascular y el uso de diferentes medicaciones profilácticas para la prevención de la ECV clínica. El primer paso en este proceso es el cálculo del riesgo cardiovascular individual según la exposición a factores de riesgo24,107-110. Estudios recientes indican que el conocimiento y la aceptación de las directrices son altos, aunque su aplicación podría mejorarse mucho111,112. No obstante, sigue habiendo diferencias entre las distintas directrices en cuanto a los métodos de cálculo del riesgo cardiovascular, las definiciones de los umbrales de riesgo y las definiciones de qué pacientes deben ser tratados113,114, lo cual causa confusión en los clínicos; ésta podría ser una causa importante de que no se consiga aplicar estas directrices en la práctica clínica.

Por otra parte, no debemos considerar las funciones de riesgo cardiovascular un instrumento diagnóstico, ya que su sensibilidad y especificidad son bajas (fig. 6)114. Estas funciones de riesgo son pruebas de cribado que nos ayudan a racionalizar la selección de los pacientes en los que aplicar diferentes estrategias de prevención primaria, así como su intensidad.

Teniendo en cuenta que las enfermedades cardiovasculares continúan siendo la principal causa de mortalidad en los países industrializados, serán necesarios nuevos esfuerzos para reducir la carga que estas enfermedades suponen. En este contexto, las modificaciones del estilo de vida basadas en la evitación del tabaquismo, la realización de actividad física regular y la mejora del control de la hipertensión podrían ser la intervención más efectiva en un ámbito poblacional. En España, se ha estimado que la supresión del tabaquismo y el fomento de la actividad física podrían reducir el número de muertes por enfermedad coronaria en un 20 y un 18%, respectivamente115; el control de la hipertensión podría reducir el número de muertes por enfermedad cerebrovascular en un 20-25%115.

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Sección patrocinada por el Labotarorio Dr. Esteve


Correspondencia: Dr. C.J. O'Donnell.

National Heart, Lung and Blood Institute's Framingham Heart Study.

73 Mount Wayte Ave. Framingham. Massachusetts 01702. Estados Unidos.

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