Oigo de vez en cuando afirmar que no deben confundirse los conceptos de ‘embolia’ y ‘embolismo’. Y me extraña, la verdad, porque en las aulas de la facultad yo los estudié como sinónimos estrictos, y sinónimos estrictos sigo pensando que son.
Es posible que la confusión provenga de la necesidad, aquí sí, de distinguir entre otros dos términos afines: émbolo y embolia. Llamamos émbolo, en el contexto cardiovascular, al cuerpo orgánico (por lo general un coágulo sanguíneo o de fibrina, pero también fragmentos de una placa de ateroma, grasa, líquido amniótico, burbujas de aire o gas, agregados bacterianos, parásitos o células tumorales) que la sangre arrastra a través de los vasos sanguíneos. Cuando un émbolo arrastrado por la corriente sanguínea se detiene por impactación en un vaso sanguíneo (ya sea arteria, vena o capilar), obstruye el flujo de sangre y produce una brusca oclusión vascular llamada embolia.
El español se alineaba aquí tradicionalmente con la terminología médica propia de la Europa continental. Fue Rudolf Virchow, fundador de la moderna anatomía patológica, quien acuñó, a partir del griego, el término Embolie en alemán, que rápidamente se convirtió en un internacionalismo médico: embolie en francés, checo y holandés; embolia en español, italiano, portugués, albano y vasco; embòlia en catalán; embólia en húngaro; emboli en danés, sueco y turco; embolio en esperanto e ido; embolija en croata y esloveno; incluso эмболия en ruso y eмболия en búlgaro (en ambos casos, pronunciado algo así como /embolíya/).
Se desmarcan de todos ellos —como sucede con más frecuencia de la deseable— nuestros colegas británicos y estadounidenses, que llaman embolism a la embolia. Y ello explica, me parece, que cada vez sean más los médicos de habla hispana que, apartándose de nuestra tradición léxica, llaman embolismo a la embolia, y tromboembolismo a la tromboembolia.
‘Embolismo’ y ‘embolia’, pues, se están usando hoy en español como si fueran sinónimos estrictos, perfectamente intercambiables. No es raro ese tipo de sinonimia en el lenguaje médico, donde términos como ‘histeria’ e ‘histerismo’, ‘peristalsis’ y ‘peristaltismo’, ‘barotrauma’ y ‘barotraumatismo’, ‘reuma’ y ‘reumatismo’, ‘sinergia’ y ‘sinergismo’, ‘hipnosis’ e ‘hipnotismo’, ‘isomería’ e ‘isomerismo’, ‘monorquidia’ y ‘monorquidismo’, ‘tetania’ y ‘tetanismo’ son también intercambiables y significan exactamente lo mismo.
¿Por qué la escuela anglosajona de medicina se apartó en este caso de la terminología europea continental? ¿Por qué no recurrieron a emboly para traducir la Embolie de Virchow? No es fácil decirlo con certeza, pero posiblemente tenga que ver con el hecho de que emboly exista ya en inglés médico con otro significado bien distinto: proceso de gastrulación por invaginación de la blástula. Y que, por cierto, no debe confundirse tampoco con emboli, plural latino de embolus (émbolo) utilizado en inglés, pero no en español.
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