El espíritu consciente mora más abajo, en el corazón. Tiene la forma de un gran durazno; está cubierto por las alas de los pulmones, soportado por el hígado y servido por las entrañas. Este corazón es dependiente del mundo externo. Si no se come por un día se siente extremadamente incómodo. Si oye algo espantoso, palpita; si oye algo enojoso, queda paralizado; si se ve frente a la muerte, se torna triste; si ve algo bello, se torna enceguecido.
El Secreto de la Flor de OroAnónimo chino. Siglo VIII
Un mito es una historia, un cuento que nunca sabemos cuándo apareció. Siempre ha sido así, nos muestra una manera de vida, de acción, de mirar el mundo y lo que nos sucede, como un continuo de lo que siempre ha sucedido. El mito es una orientación de nuestras acciones, una aclaración ante nuestras confusiones, personales o colectivas, nos da una dirección, un camino, un sentido, una interpretación general de lo que nos sucede y una «recomendación general» de qué hacer. La historia de un mito nos toca a todos los que vivimos en un contexto, o en una cultura común, puede sucedernos en forma consciente o inconsciente. La fuerza o energía de un mito nace desde lo más profundo y misterioso de nuestro ser. Nos puede llevar a las acciones más sublimes, espirituales y llenas de amor o hacernos actuar desde lo más destructivo, oscuro y malvado1. Desde el punto de vista psicológico, el mito nos toca en lo inconsciente, en lo que corresponde a una «imagen arquetípica», en el lenguaje de Jung2. Es un lugar de nuestra mente no claro, no consciente, no abordable por el pensamiento racional, es un mundo conectado a lo artístico, lo religioso, globalizador, analógico, comparativo y creativo. Es una mirada poco clara desde lo racional y muy fuerte en lo emocional. Desde ahí nace su fuerza y sentido, como también genera temor y rechazo por ser algo que no comprendemos ni manejamos bien, sino que nos empuja y nos moviliza, a veces en contra de nuestra voluntad.
Desde el punto de vista mítico la imagen de Cristo, nace en la Navidad como un niño-dios, muere en la cruz para salvar a los hombres de sus pecados, y resucita. Además de las creencias religiosas que contiene, es una imagen mítica de muerte y resurrección, también presente en otras culturas como Osiris en Egipto u Orfeo en Grecia. Todos en nuestra cultura estamos influenciados por esta historia y el fuerte contenido religioso y emocional que manifiesta. Los seguidores de Jung creen que, como ejemplo de mitos actuales, estarían muchos personajes del cine o la televisión, el caso de Superman o los personajes de la película La Guerra de las galaxias. El mito del poder, tan importante en este siglo encarnado por Hitler, Stalin, Eisenhower. En las culturas más «primitivas» muchos mitos tienen una gran vigencia actual: los mapuches, los onas, los quechuas.
En este contexto, queremos tratar de conectarnos con la idea del corazón y el mito del corazón, como una forma de ver, de valorar y de sentir a nuestro ser, al mundo y a nuestra relación con los otros. Siempre ha sido «algo tabú» hablar desde el corazón, con el corazón, abrir nuestro corazón.
Todos los mitos son una enseñanza, un conocimiento secreto, algo oculto y misterioso que necesitamos en nuestro desarrollo como personas. Si lo negamos, si no lo podemos ver en buena forma, perdemos un eslabón de esta cadena que recorremos al crecer: además de los seres reales que son nuestro padre, nuestra madre, nuestros hermanos, tienen una fuerte «carga mítica», emocional y misteriosa en la forma que nos relacionamos con ellos. Joseph Campbell dice que todas las estructuras visibles del mundo, todos los seres y las cosas son el efecto de una fuerza de la cual surgen, que las sostiene y las llena durante el período de su manifestación y las devuelve adonde finalmente deben disolverse al morir. En términos científicos, esta fuerza se llama energía, para los hindúes shatki,para los melanesios maná,para los chinos chí y para los cristianos poder de Dios.Su manifestación en la psique, la ha llamado el psicoanálisis libido3. El mito del corazón, como todos los mitos, está conectado a esta energía, es una vivencia, y depende de nuestra capacidad de darnos cuenta, de nuestra conciencia, el cómo la vivamos o la validemos en nuestra vida. El corazón, en esta perspectiva, actúa a través de las emociones, de las intuiciones, por impulsos, por amor, por sensaciones físicas de nuestro pecho y nuestro cuerpo. Generalmente se representa en símbolos o imágenes, tan comunes en nuestra cultura y en nuestra religiosidad. La función de estos símbolos es despertar nuestra conciencia, enseñarnos, recordarnos, mostrarnos el significado de lo que sentimos y guiarnos en nuestro actuar.
ALGUNOS ASPECTOS DEL CORAZÓN
Centro de energía
En la tradición hindú, anterior al budismo, se cree que en el cuerpo existen muchos centros de energía, desde la región del periné hasta la coronilla, en la cabeza; son llamados chakras. El cuarto chakra, a la altura del corazón, se llama el anajata.Hacia abajo del cuarto chakra están los centros más «inferiores», la sexualidad, las emociones, lo vegetativo, y hacia arriba, lo intelectual y lo puramente espiritual. En el anajata o centro del corazón se unen estas energías materiales y espirituales, sobrepasan los opuestos.
El saltador, emocionador
La conciencia más común que tenemos del corazón es que salta, sea con los esfuerzos o con las emociones. En los dibujos del cuarto chakra aparece la imagen de un ciervo saltando. Además, en una investigación lingüística sobre la palabra corazón, desde el latín, el griego, las lenguas indoeuropeas y el sánscrito, el término corazón significa el saltador, como un ciervo que salta y corre. Es común escuchar a los pacientes decir: «me saltó el corazón», «se me arranca el corazón» o «el corazón se me sale por la garganta». En un libro de la tradición china, el l Ching dice que el corazón no se detiene nunca, al igual que nuestro pensamiento, que busca, mira, siente, pero nunca para4.
Esta relación entre corazón y emoción es la más universal y más común en nuestra cultura occidental. El hecho de sentir el corazón en sus latidos más enérgicos, en el pecho, como también sentir muchas emociones como dolor, rabia, felicidad también en el pecho, hace que las personas superpongan o confundan las molestias propiamente cardíacas con las molestias o sensaciones provocadas por las emociones, en el mismo lugar. Esto lleva a muchas consultas médicas por opresiones, puntadas, quemazón, saltos, hormigueos en la región precordial, que hace que los pacientes se sientan enfermos del corazón, cuando paradójica-mente están enfermos de su «corazón emocional».
Estas sensaciones emocionales han sido descritas en la literatura y en la poesía, «se me parte el corazón», «tengo oprimido el corazón», «se me murió el corazón», «tengo el corazón traspasado». La imagen de Cupido o Eros griego, que lanza flechas al corazón para enamorar a una persona, creemos que se relaciona con esta sensación. La literatura y la pintura religiosa, sobre todo cristiana, están llenas de ejemplos de este tipo. El corazón herido de Cristo y de la Virgen María son una imagen de su amor por la humanidad, o la luz que sale del corazón de Cristo. Existe además una enorme cantidad de representaciones del corazón en tarjetas, grabados, pinturas, jugetes, objetos de adorno.
El corazón abarcador
El corazón puede abarcar, unir cosas diferentes y distantes. Representa una condición de lo humano. Ante emociones de amor, de unión, podemos sentir en el pecho una expansión, una capacidad de unir, de contener a otro o a otros, dentro de nosotros. De poder tomar, en forma simultánea, rabia y alegría hacia alguna situación. Podemos ver al corazón como una vivencia de calor, de alimentación, como protección. Existe la sensación de que se «deshace el corazón», se «abre el corazón», como una vivencia de apertura, de estar unidos, de pertenecer a todo, como si todos fuéramos lo mismo. Sucede una unión entre la experiencia, la sensación y la conciencia de ser todos lo mismo, una profunda vivencia de verdad, común a todos, una atemporalidad, con una sensación de significado más allá de nosotros mismos, en un río de vida o energía de todo el universo. Esta experiencia dura muy pocos instantes, pero deja una profunda huella de valor y sentido al que la vive.
Dureza de corazón
Otra característica del ser humano, de «lo humano», también puesta en el corazón, es la «dureza de corazón». Se reconoce que la persona tiene capacidad de sentir, emocionar, reaccionar, pero no lo hace, se «endurece». Sucede generalmente ante situaciones de rabia, venganza, dolor, miedo, como también por una apreciación racional de «deber hacerlo así». No recibimos al otro, no vibramos con lo que le sucede, no empatizamos con él, no hay resonancia, no hay energía, no hay corazón. Estamos cubiertos por nuestras barreras, corazas, durezas, muchas veces racionales, de no comprometernos, somos «duros de corazón».
Espiritualidad
La espiritualidad es un soplo, un hálito vivo, que tiene una fuerza, una dirección o sentido que impregna las cosas o nuestros actos llevándolos más allá de nosotros mismos, nos permite trascender, ir más allá de nuestro yo, hacia el otro, los otros, el mundo o el universo. Esta posibilidad interior de lo humano también se pone en el corazón. Se considera el corazón como un lugar de intensa energía, vida, comprensión y movimiento. No sólo en nosotros mismos, sino también en nuestra relación con los otros. El corazón es el lugar de la compasión, del sentir con el otro, hacernos responsable de lo que le sucede. Tanto en el cristianismo como en el budismo, es una idea central en su pensamiento de acción y comprensión del mundo. Existe una historia budista, que cuenta que un discípulo de Buda, estando listo para entrar en el Nirvana y desprenderse de las pasiones y dolores de este mundo, siente que las plantas, los árboles y los hombres aún no se pueden iluminar; entonces decide detener su paso al otro mundo, no iluminarse y quedarse ayudando a los otros seres, hasta que lleguen al Nirvana3.
Desde fines de la Edad Media existen imágenes del Corazón de la Virgen y del Sagrado Corazón de Jesús que nos muestran un corazón lleno de dolor, con heridas, corona de espinas, espadas y que simultáneamente están llenos de amor y compasión por los hombres. Existe también una imagen de Jesús con el corazón lleno de luz, iluminando al mundo. La historia cuenta que Santa Teresa de Ávila sufría de violentos dolores del corazón en sus visiones místicas4.
La llamada «corazonada», guiarse por el corazón o la propia intuición es en su forma última una expresión de la espiritualidad de cada uno. Nos puede dar mucha fuerza, energía para efectuar una tarea que encontramos fundamental en nuestras vidas. En forma mítica, muchos héroes se guían por el corazón, los caballero del Rey Arturo, especialmente Percival en su búsqueda del Santo Grial no tiene otra señal sino escuchar a su corazón para poder encontrar el castillo donde se encontraba este cáliz maravilloso.
Amor
En todas las formas de unión amorosa, ya sea sexual, romántica o espiritual, la imagen del corazón está siempre presente en nuestra cultura. Es un icono, un símbolo muy importante que ha persistido durante muchos siglos. En el siglo xii comienza la devoción por el Sagrado Corazón; a esta época se remonta la primera aparición del corazón de Jesús. Santa Lutgarda, tiene una visión en que se aparece Jesucristo que le dice: «Quiero tu corazón» y se produce un «intercambio de corazones» entre los dos (Boyadjian)4. Sólo en el siglo xiv aparece la imagen del corazón actual como marcas de papeles, adornos de construcciones, tapices y en figuras religiosas. En forma ininterrumpida esto continúa hasta nuestro días, en forma más popular y comercial, lo que se puede explicar por la fuerza mítica de esta imagen en nuestra sociedad.
Simbólicamente, la gran fuerza del amor genital sube, se sublima, se espiritualiza en el corazón, se transforma en dulzura, cariño, unión, bondad, fidelidad, sentido de vida, felicidad. Los juglares medievales y los trovadores llamaban a esta vivencia: «el corazón gentil», que en su máxima expresión puede ser el «matrimonio místico» o espiritual. En el siglo xiii se producen dos historias de amor muy importantes en la literatura occidental. La historia de Tristán e Isolda y, en forma más real e histórica, Abelardo y Eloísa, como amores muy difíciles de realizar aquí en la Tierra, que contienen una gran fuerza de espiritualidad, aceptación y sacrificio5,6. En los siglos xiii y xiv surge el cultivo del amor caballeresco, un amor espiritual; es una forma de vida que desarrolla una individualidad, una fuerza personal, capaz de enfrentar grandes dificultades, que ya no es religiosa sino personal. La poesía de los trovadores es una muestra importante de esta manera de mirar y vivir el amor. Otro ejemplo muy central en nuestra cultura es La Divina Comedia, donde Dante, luego de pasar por el infierno y el purgatorio, es recibido por Beatriz en el cielo para guiarlo hasta Dios. Esta visión espiritual del amor alcanzará su mayor expresión en el Renacimiento y en toda la poesía y literatura de todas las épocas venideras.
Valoración
Nuestro corazón valora en forma directa, intuitiva. Su apreciación es global, abarcadora, totalizadora, similar a la manera de conocer del hemisferio derecho. Su visión-valoración generalmente es muy profunda y muy duradera. Así, decimos: «esto me lo dice el corazón», «me nace del corazón». En su autobiografía, Jung relata que conoce a un jefe indio en los EE.UU., y éste le dice: «los blancos están locos, dicen que piensan con la cabeza, nosotros pensamos con el corazón»7.
En las historias de Castaneda sobre Don Juan se relata la forma de encontrar los camino en la vida: «para mí sólo recorrer los caminos que tienen corazón, cualquier camino que tenga corazón. Por ahí yo recorro, y la única prueba que vale es atravesar todo su largo. Y por ahí yo recorro mirando, mirando sin aliento»8.
Existe una frase de Pascal (siglo xvii) que dice: «El corazón tiene razones que la razón no entiende», como esta comprensión con el corazón, basada en intuiciones, emociones, valores, imágenes, visiones, que no son «tan seguras como la razón», pero sí tienen fuerza, sentido y un peso interno que la razón no logra construir. Algo similar a la evidencia interna, una certeza personal, que nos une o nos separa de hacer algo. Se dice que la mayoría de las grandes decisiones de un ser humano son tomadas desde esta perspectiva, las vocaciones, el matrimonio, los viajes, cambios de actividades, las amistades. Gregory Bateson dice que algún día llegaremos a conocer los «algoritmos del corazón» con nuestro diálogo interior, con nuestra introspección, con nuestras propias visiones personales. Quizás el psicoanálisis y las diferentes escuelas de psicoterapia buscan descifrar estos algoritmos, llegar a una buena y sana lectura de ellos, descifrar y leer los textos e imágenes interiores, una hermenéutica del corazón.
Esta valoración desde el corazón nos da valor, voluntad, esperanza, seguridad para nuestra acción, para nuestro viaje perso nal.
APORTACIONES DE LA ETIMOLOGÍA
La raíz más antigua de la palabra corazón nos lleva a la idea del «ciervo o antílope saltador»,que da tumbos en el pecho. Diariamente usamos muchas palabras derivadas de la raíz latina cor:corazón, sin tener conciencia de ello. El significado de estas palabras nos aporta otra idea de los significados más antiguos del corazón. Cordial:que viene del corazón, afectuoso. Acordar:armonizar a dos o más corazones, resolver de común acuerdo, en algunas regiones del campo se dice acordar por despertar. Cuerdo:del corazón, del juicio del corazón. Recordar:volver al corazón, volver a lo cuerdo, al juicio, la memoria. Misericordia:de miser:infeliz, corazón inclinado hacia el infeliz. Coraje:del francés courage:lugar desde donde sale la valentía. Discordia:aparte, en dificultad, separado del corazón. Otras palabras de esta misma raíz son: miocardio, pericardio, taquicardia y acordeón.
NOSOTROS MIRAMOS EL CORAZÓN
(En la cardiología actual se usa en forma muy corriente un examen llamado ecocardiografía. Mediante el ultrasonido se logra ver el corazón, su músculo, su función, sus válvulas. Hemos pasado mucho tiempo haciendo estos exámenes, y también hemos tenido muchas fantasías al hacerlos. Una de ellas es que el corazón es un universo, una vía láctea donde, como Newton, medimos fuerzas, aceleraciones, masas, órbitas. Pero, además, algo tenemos de astrólogos y también hacemos horóscopos, al hacer informes en idiomas secretos que adivinan, de muchas maneras, el destino y el futuro de los pacientes.)
El texto que sigue es un poema escrito, en este contexto, sobre el corazón.
Nosotros miramos el corazón.
También lo escuchamos. Lo pesamos.
Lo calculamos.
Entre sus corrientes, remansos, cascadas.
Lo llenamos de colores.
Como los astrónomos, vemos acercarse y alejarse
las estrellas. Curvarse el tiempo.
Pasar grandes ríos. Estallar volcanes.
Nos asombramos en este firmamento.
Escribimos informes: somos agrimensores.
Como devotos de Newton, hablamos de Velocidad,
Masa, Tiempo, Aceleración.
Calculamos misteriosas órbitas en esta Vía Láctea.
Como astrólogos de nuestro tiempo, intentamos
predecir el futuro. Hacemos secretos horóscopos.
No lo olvidemos
Así. Aquí. En este observatorio,
miramos el corazón.
MÉXICO Y EL CORAZÓN
En América Latina, las ideas sobre el corazón son muy similares a las europeas. En México, en forma muy especial, existen muchas visiones sobre el corazón, en el folclore, la arquitectura, las creencias, lo religioso (fig. 1). La que más nos sorprende es la de los sacrificios humanos, en las cuales le sacaban el corazón a un guerrero y los sacerdotes se lo comían, como una forma de sacrificio a los dioses. Esto está muy documentado en diferentes relatos hechos por los mismos españoles y en diferentes códices dejados por la cultura azteca9,10. Era un sacrificio, un ofrecimiento, un gesto de poder, un acto religioso, el tomar el espíritu para ofrecerlo. Al corazón se le veía como el centro de la vida, de fuerza, única cosa que podía alimentar a los dioses. En él estaba el espíritu, la semilla de la vida. Se cuenta que se mantenían guerras, las llamadas «guerras floridas», desde donde sacaban guerreros para sacrificarlos. Además de los aztecas, esta costumbre, en tiempos anteriores, la tuvieron los mayas. La arqueóloga francesa Séjourné11 cita el relato de un observador español de la época: «cuando arrancaba el corazón de las entrañas y costado del miserable sacrificado era tan grande la fuerza con que pulsaba y palpitaba que le alzaban del suelo tres o cuatro veces, hasta que se había el corazón enfriado».
En contraposición a este ritual, que nos resulta tan difícil de comprender y aceptar, existen en nuestros días los indioshuicholes,al norte de México. Ellos cazan pequeños venados, en rituales sagrados y les sacan el corazón y lo exponen como un objeto de gran valor. Hacen rituales de adoración en que usan el peyote, una planta alucinógena, que les provoca visiones místicas, de gran valor para sus vidas12.
Ellos creen que los ciervos, el maíz, la tierra, son un gran corazón del venado, donde todo se junta y todos participan de la vida. Un texto de un shamán huichol nos dice: «El árbol está en todas sus hojas, el corazón del venado está en todos los caminos; la luz no tiene huecos, ni el corazón del venado tiene ausencias. En cada página de este libro, está el corazón del venado. Si cierras los ojos sentirás su oreja junto a tu oído».
AL FINAL
Creemos que el corazón no tiene una conclusión ni un final, un punto, una idea. Nadie lo puede abarcar en todas sus formas. Nadie lo puede cerrar en un concepto o en una metáfora, siempre está abierto a una evolución.
Siempre se está manifestando, expresando de nuevo, siempre eterno. El corazón elabora el mundo de otra manera, y es esa manera, y en este espacio es al que a nosotros nos hace falta lograr aprender a vivir.