He leído con atención el artículo de Cordero et al.1 sobre prevalencia e incidencia de neoplasias tras el alta hospitalaria por un síndrome coronario agudo (SCA), y quería felicitar a los autores por abordar un tema poco estudiado hasta la fecha, pero de gran interés en las unidades de cardio-oncología.
El primer hallazgo que destacar del presente estudio es una prevalencia de neoplasias del 3,4% de los pacientes que ingresaron por un SCA, así como una incidencia de neoplasias del 3,1% tras el alta hospitalaria, con una mediana de seguimiento de 33 meses. En resumen, el 6,5% de los pacientes ingresados por un SCA han tenido o van a tener un proceso neoproliferativo. No obstante, es de esperar que la prevalencia de neoplasias en los pacientes con SCA se incremente en los próximos años. De hecho, actualmente la enfermedad cardiovascular es una causa importante de morbilidad y mortalidad de los pacientes con cáncer2,3, fundamentalmente por 2 motivos. Por una parte, el incremento de la supervivencia de los pacientes con cáncer, gracias a los programas de detección precoz y los avances en los tratamientos antitumorales4; por otra, que los procesos neoproliferativos y la enfermedad cardiovascular comparten numerosos factores de riesgo5. De hecho, en el presente estudio no se observaron diferencias entre los pacientes con y sin cáncer en el porcentaje de pacientes con antecedentes de tabaquismo, hipertensión, dislipemia o diabetes.
El segundo hallazgo realmente impactante y novedoso del presente estudio es el incremento de la mortalidad observada de los pacientes con neoplasias prevalentes e incidentes. En los pacientes con neoplasias incidentes, el incremento de mortalidad se debió fundamentalmente a un incremento de la mortalidad no cardiovascular (sub-hazard ratio [sHR]=33,03; intervalo de confianza del 95% [IC95%], 20,32-53,67). Aunque este resultado podría indicar que el papel del cardiólogo es escaso en este subgrupo de pacientes, se debería profundizar en el análisis de estos resultados. Del presente estudio, se desconoce si la mortalidad no cardiovascular de los pacientes con neoplasias incidentes era la esperada por su enfermedad oncológica de base o, por el contrario, también era superior. En este sentido, sería interesante estudiar si el incremento en la mortalidad no cardiovascular de los pacientes con neoplasia y antecedentes de cardiopatía isquémica se debe al uso de tratamientos para su enfermedad oncológica menos agresivos. Es decir, menor tasa de intervención quirúrgica, menor uso de tratamientos quimioterápicos o mayor uso de quimioterápicos de segunda línea con menor capacidad curativa pero menos efectos cardiovasculares adversos. Por este motivo, el «cardio-oncólogo» también debería tener una participación activa en este subgrupo de pacientes, fundamentalmente para valorar la estabilidad y la gravedad de su enfermedad cardiovascular, y así valorar el riesgo/beneficio de iniciar determinados tratamientos quimioterápicos.
En cambio, en los pacientes con neoplasias prevalentes, el incremento de mortalidad se debió a un aumento de la mortalidad tanto no cardiovascular (sHR=11,53; IC95%, 6,07-21,89) como cardiovascular (sHR=2,21; IC95%, 1,12-4,33). Los autores atribuyen el aumento de la mortalidad cardiovascular a una menor tasa de revascularización y menor uso de stents farmacoactivos. Hasta la fecha, no existen datos sobre el pronóstico de los pacientes con neoplasia activa que ingresan por SCA y se someten a procedimientos invasivos diagnósticos y terapéuticos6. La presencia de una neoplasia puede limitar el uso de cateterismos cardiacos por fragilidad, ya que son pacientes sometidos a tratamientos quimioterápicos agresivos. De la misma manera, la trombocitopenia secundaria a quimioterápicos mielosupresores o en pacientes con neoplasias hemáticas podría explicar un menor uso de stents farmacoactivos para así limitar el tiempo de doble antiagregación plaquetaria.
Los resultados de este estudio deberían suponer un punto de partida en las unidades de cardio-oncología para iniciar estrategias de reducción de la mortalidad cardiovascular de los pacientes con SCA y neoplasias prevalentes, así como para la reducción de la mortalidad no cardiovascular de los pacientes con neoplasias incidentes tras un SCA7.