En primer lugar, queremos agradecer a Santiago de Dios y a Martín-Rioboó et al. el interés mostrado por el documento de consenso sobre el tratamiento perioperatorio y periprocedimiento de los fármacos antitrombóticos1. Respecto a los comentarios recibidos, queríamos realizar las siguientes puntualizaciones:
El escenario de pacientes anticoagulados y antiagregados es complejo y en nuestra opinión la decisión de suspender alguno de los fármacos (y cuándo hacerlo) ha de realizarse de manera individualizada en cada caso. En relación con los pacientes con bajo riesgo isquémico (fundamentalmente a partir del año), que se encuentran únicamente con anticoagulación, no hay evidencia que lleve a recomendar por este consenso el uso de antiagregantes como «terapia puente» en el periodo perioperatorio2.
El documento de consenso recomienda limitar la terapia puente y reservarla, según la evidencia disponible, únicamente para casos de alto riesgo tromboembólico3. La dosis recomendada de heparina de bajo peso molecular hace referencia a una dosis de anticoagulación plena, que se reinicia tras el procedimiento según el riesgo hemorrágico y se suspende posteriormente tras alcanzar la adecuada razón internacional normalizada con anticoagulación oral4. En los casos en que los pacientes acudan con dosis profilácticas de anticoagulación parenteral previas a la intervención, se recomienda que la última dosis se tome 12 h antes; si la anticoagulación parenteral se utiliza con dosis terapéuticas, la recomendación es suspenderla 24 h antes.
En referencia a la clasificación de cirugías y procedimientos según el riesgo hemorrágico, estos han sido estratificados por todas las sociedades participantes según sus criterios y evidencias1. Dado que puede haber controversia en determinados procedimientos, y para facilitar la aplicación de las recomendaciones, el documento de consenso deja abierta la posibilidad de no suspender la anticoagulación en dichos casos, como se explica tanto en el texto como en el pie de la tabla 1 del material suplementario.
En conclusión, esperamos que el documento de consenso sea una herramienta útil, práctica y sencilla de aplicar y que sirva para implementar protocolos multidisciplinarios locales que eviten las consecuencias adversas de la variabilidad en la práctica clínica.