Leímos con interés el reciente artículo publicado por Bonanad et al.1. El tema de este documento de consenso es valioso e importante; no obstante, hallamos ambigüedades y cuestiones en una parte del artículo.
En la tabla 3 del artículo, en la descripción sobre los efectos adversos cardiovasculares de los fármacos estudiados en el tratamiento de la COVID-19, los autores afirman que es vital corregir la hiperpotasemia y la hipermagnesemia, mientras que la corrección de la hipopotasemia y la hipomagnesemia es especialmente indispensable, ya que las bajas concentraciones séricas de potasio y magnesio aumentan la posibilidad de prolongación del intervalo QT2.
La hipopotasemia, probablemente por modificación de la función de los canales iónicos de potasio, puede prolongar el intervalo QT y, como resultado, producir una repolarización heterogénea y dispersa. Asimismo, la hipomagnesemia es un factor de riesgo demostrado que predispone a la taquicardia ventricular en entorchado3. Además, al parecer, la falta de potasio es habitual en la enfermedad coronavírica de 2019 (COVID-19) grave4. Varias observaciones indican que el potasio sérico debería mantenerse en el límite superior de la normalidad (4,5-5,0 mmol/l), aunque se requieren más pruebas para corroborar esta práctica3,5.