Aunque el alemán se incorporó tarde a las grandes lenguas europeas de cultura, a finales del siglo XIX había alcanzado ya la consideración de primera lengua internacional en diversas disciplinas, como la filosofía, la lingüística, la química, la física y la medicina. En su libro Reglas y consejos sobre investigación científica1, Ramón y Cajal comenta en los siguientes términos la importancia del alemán en 1898: «Las revistas alemanas serán consultadas a cada momento, pues por lo que toca a la biología, es forzoso reconocer que Alemania sola produce más hechos nuevos que todas las naciones juntas. [...] Tan preciso es el conocimiento del alemán, que no se hallará quizá un solo investigador italiano, inglés, francés, ruso o sueco, que no sea capaz de leer corrientemente las monografías tudescas».
Como consecuencia del prestigio internacional de la lengua alemana, entre 1850 y la Primera Guerra Mundial abundan los germanismos que pasan a otras lenguas europeas. La adopción de germanismos, no obstante, alcanzó cotas mucho mayores en inglés que en español; por dos motivos. Primero, porque el inglés es una lengua germánica y, como tal, percibe los germanismos como mucho más próximos o menos extraños de lo que los percibimos en español, una lengua latina. Y segundo, porque en esos años el alemán se impuso claramente como primera lengua extranjera tanto en el Reino Unido como, sobre todo, en los Estados Unidos; mientras que en España e Hispanoamérica, como en otros países latinos (Portugal, Brasil, Italia, Rumanía…), el francés era la lengua extranjera más influyente desde el siglo XVIII y siguió siéndolo hasta 1970, aproximadamente.
Son multitud los germanismos que pasaron a usarse con naturalidad en el inglés médico durante esa época dorada de la medicina germánica: Anlage, Bremsstrahlung, Delle, Druse, Eigenwert, Gegenhalten, Gestalt, Grenzstrahlen, Hexenmilch, Jod-Basedow, Katzenjammer, Kernikterus, Kieselguhr, Kleeblattschädel, Magenblase, Magenstrasse, Mastzelle, Mittelschmerz, Panzerherz, Quellung, Spinnbarkeit, Spitzenkörper, Steinstrasse, Turmschädel, wasserhelle Zelle, Zauberkugel, Zeitgeber, Zuckergussdarm, Zwieback, Zwischenferment, Zwitterion...
Algo parecido, pero referido al lenguaje general, cabe decir de Pickelhaube, que no es el apellido de ningún médico famoso, sino el nombre alemán (muy usado también en inglés como germanismo; mucho más, desde luego, que en español) del característico casco con punta que usaron las tropas prusianas y otros soldados alemanes desde mediados del siglo XIX hasta el final de la Primera Guerra Mundial.
En cardiología, han dado en llamar recientemente Pickelhaube sign a un perfil de ecocardiografía Doppler tisular o a un trazado electrocardiográfico en forma de cúpula y punta, que recuerda vagamente al Pickel o punta característica de los antiguos cascos prusianos. El signo ecocardiográfico se considera característico del prolapso valvular mitral con disyunción del anillo mitral; el electrocardiográfico, en cambio, parece ser por el momento de significado diagnóstico incierto, pero asociado a mayor riesgo de mortalidad.
¿Y cómo nombrarlos en español? Yo no diría *signo de Pickelhaube*, desde luego, ni tan siquiera «signo del pickelhaube», sino signo del casco prusiano o, quizá más descriptivo aún, signo del casco con punta.
Fernando A. Navarro
Consejo Editorial, Revista Española de Cardiología
Obras de referencia recomendadas:
Diccionario de dudas y dificultades de traducción del inglés médico (3.a edición), 2013-2023; en la plataforma Cosnautas disponible en www.cosnautas.com/es/catalogo/librorojo.
«Laboratorio del lenguaje» de Diario Médico, 2006-2023, disponible en www.diariomedico.com/opinion/fernando-navarro.html.