Hemos leído con enorme interés el editorial de Estruch y Sacanella1, publicado en Revista Española de Cardiología, sobre el trabajo de Bermúdez-López et al.2. En él se menciona que la ingesta de cantidades moderadas de alcohol (5-14,9 g de etanol por día) es una de las medidas más útiles para prolongar la esperanza de vida y reducir la mortalidad cardiovascular.
El análisis de los efectos del consumo de alcohol constituye un tema de gran controversia en las últimas décadas. Presenta innumerables variables asociadas que dificultan su abordaje mediante estudios observacionales (patrón de consumo, duración, tipo y calidad del alcohol, metabolismo individual, etc.).
Multitud de estudios han declarado una asociación entre el consumo de alcohol y diversas enfermedades cardiovasculares, como hipertensión arterial, arritmias, insuficiencia cardiaca, ictus o muerte súbita3. Fuera del ámbito cardiovascular, el consumo moderado de alcohol se ha asociado con el desarrollo de cirrosis hepática4 y cáncer5. Por otra parte, también está implicado en la mortalidad de causa accidental, como son los accidentes de tráfico6. Este efecto es apreciable incluso con consumos discretos.
Con respecto a la mortalidad, estudios observacionales de gran tamaño han declarado asociación entre el consumo de alcohol en cantidades de discretas a moderadas y una reducción en la mortalidad total y la mortalidad cardiovascular7. Estos trabajos establecieron en el colectivo médico la conocida curva en J, que representa gráficamente los beneficios de un consumo moderado de alcohol en relación con la mortalidad. Sin embargo, diversos autores han criticado el diseño clásicamente empleado en estos trabajos8. La exclusión de patrones de consumo, la gran variabilidad temporal de estos, las diferencias en la cuantificación del consumo entre países y grupos de investigación o la omisión de ciertos factores de confusión predecibles son algunas de las objeciones que se han achacado a estos trabajos.
Actualmente se dispone de un creciente cuerpo de evidencia que establece una relación clara entre el consumo de cantidades de etanol moderadas o discretas con la mortalidad total y por cáncer8,9. Con una muestra de 24.029 adultos de más de 50 años, Goulden et al.10 encontraron que el consumo de alcohol se correlacionó de manera directa con un mayor riesgo de muerte, sin curva en J. Por otro lado, Knott et al.11 relataron que el efecto «protector» del alcohol contra la mortalidad se atenuó al ajustar por potenciales factores de confusión. Además, los datos del Global Burden of Disease Study han posicionado el consumo de alcohol como el más importante factor de riesgo de muerte en la población de entre 15 y 49 años3.
Por lo tanto, consideramos que existe suficiente evidencia que apoya la hipótesis de que incluso un consumo de alcohol moderado puede disminuir la esperanza de vida. A juicio de los autores de esta carta, y a falta de estudios in vivo que mejoren la evidencia disponible (los cuales difícilmente podrán llevarse a cabo), una postura más cauta sería la más adecuada, a fin de reflejar con el máximo rigor la evidencia disponible.
FINANCIACIÓNLos autores declaran que no han recibido financiación externa para el presente trabajo.
CONTRIBUCIÓN DE LOS AUTORESTanto J. Abellán-Huerta como M. Negreira-Caamaño han contribuido de igual modo en el diseño de esta carta al editor, así como en la búsqueda bibliográfica, la redacción del escrito y su posterior revisión crítica.
CONFLICTO DE INTERESESLos autores del presente estudio declaran la ausencia de conflictos de intereses relacionados con el presente trabajo de investigación.