La existencia de riesgos competitivos es también una de nuestras principales hipótesis para explicar la reducción de ingresos por enfermedad cardiovascular aguda durante la pandemia de COVID-191. El exceso de mortalidad por cualquier causa de más del 50% que hubo en Cataluña (11.568 defunciones), especialmente de mayores de 74 años (9.749)2, explicaría también el ligero descenso de la media de edad de los pacientes atendidos3.
El registro del código IAM permitió además observar en marzo un ligero aumento (no significativo) de las complicaciones que indican retrasos en la atención: shock cardiogénico, fibrilación ventricular y mortalidad en fase aguda. Pero no existen datos sólidos que permitan verificar ninguna de las hipótesis. De hecho, aún no se conoce en España el exceso de mortalidad en función de sus causas. En Estados Unidos, más de un tercio del exceso se produjo por causas distintas de la COVID-19 y la mortalidad cardiaca prácticamente se duplicó4. Aceptando las limitaciones de extrapolar estas cifras a nuestro contexto, se podría suponer que, de las 43.938 muertes en exceso en España2, aproximadamente 15.000 serían por causas distintas de la COVID-19, muchas por causa cardiaca. Siendo así, no solo existiría un riesgo competitivo con la muerte por COVID-19, sino también con la muerte cardiaca causada por el impacto secundario de la pandemia en el acceso a la atención.
Así pues, aunque no se conoce la proporción atribuible a cada uno de los factores, parece que todos tendrían un peso relativo relevante y algunos, como el miedo a acudir al hospital, pueden prevenirse con sencillas campañas informativas.
Por otro lado, cabe esperar que una reducción tan significativa de la actividad asistencial no dedicada a la COVID-195 tenga un impacto importante a medio plazo en la salud y en la organización de la atención al paciente con enfermedad cardiovascular.
Cierto, la pandemia nos ofrece un enorme experimento in vivo, y algunos retos: interpretar la visión parcial y a menudo sesgada de la realidad que nos ofrecen los datos y reutilizarlos en aras de mejorar la atención al paciente con enfermedad cardiovascular en esta nueva situación.