El pasado mes de noviembre falleció en su ciudad natal, Lisboa, el cardiólogo portugués Carlos Ribeiro a los 95 años. Él era un gran amigo de España y consideraba que no había fronteras que separasen nuestros dos países.
Acompañado por distinguidos compañeros como Fernando de Padua y Cerqueira Gomes, entre otros, Carlos Ribeiro fue artífice de una excelente relación entre la cardiología portuguesa y española, que todavía perdura, y dio lugar a finales del siglo pasado y principio de este, a numerosos congresos bienales hispano-lusos de cardiología que sirvieron para intercambiar opiniones científicas y estrechar lazos de amistad entre los cardiólogos de ambos países. En mi caso fue especialmente interesante, pues en España había pocos expertos en vectorcardiografía y la opinión y crítica de los colegas portugueses me fue muy útil, ya que afianzó mis ideas sobre los bloqueos interauriculares.
Desde el punto de vista profesional, la actividad científica de Carlos Ribeiro estuvo muy ligada a la Facultad de Medicina de la Universidad de Lisboa, en la que se licenció y cuyo Consejo Científico más tarde presidió. Fue director de Cuidados Intensivos Coronarios del Hospital de Santa María de Lisboa, donde desempeñó un trabajo asistencial y científico de mucha categoría. Publicó a lo largo de su vida más de 300 trabajos de gran interés científico, como los relacionados con el bloqueo de rama izquierda.
Carlos Ribeiro tenía un talante conciliador y optimista que sabía transmitir a quien estaba a su lado. Ello, junto con su gran bagaje científico, le hizo triunfar no solo en su país, donde alcanzó las más altas cimas de reconocimiento médico como presidente de la Sociedad Portuguesa de Cardiología, director de la Revista Portuguesa de Cardiología y de la Revista del Colegio de Médicos, sino también internacional, representando a la Península Ibérica desde la vicepresidecia de la Sociedad Europea de Cardiología. Carlos Ribeiro obtuvo éxitos en otros aspectos médicos: fue nombrado presidente bastonário del Colegio de los Médicos portugueses, miembro de la Comisión Nacional de Ética para las Ciencias de la Vida y miembro del Consejo Económico y Social de la Unión Europea como representante de todas las profesiones liberales, siendo llamado a opinar en todos los asuntos relacionados con la salud. Por otra parte, recibió la medalla de Mérito de la Sociedad Europea de Cardiología, la medalla de oro del Ministerio de Salud y la medalla de Honra del Comité Económico y Social de la Unión Europea. Fue además condecorado por la Presidencia de la Republica Portuguesa con el grado de Oficial de la Orden do Infante D. Henrique.
Desde el punto de vista de su vida privada, era un hombre muy familiar, siempre unido a su encantadora esposa Elena, compañera de vida, con la que tuvo 7 hijos. Sus 16 nietos y su bisnieta lo describen como la persona que mejor los escuchaba y con la capacidad de conseguir que cada uno se sintiera un ser especial. Los lazos que unen a nuestras familias hacen que su hija me considere su «tío catalán», y me enorgullece decir que el hito científico honorífico más importante de mi vida profesional fue mi nombramiento como doctor honoris causa de su universidad, que él propuso. Toda mi familia, incluida mi madre, con sus más de 90 años, me acompañó en ese día especial en el que Carlos, su equipo y también toda la Cardiología portuguesa me demostraron un gran cariño.
Su muerte, siempre considerada prematura pese a haber disfrutado de una vida extensa y completa, deja una gran tristeza a los familiares, amigos, colaboradores, alumnos y conocidos. Su vida ha sido un ejemplo de rigor científico, inteligencia emocional, sensibilidad humana, dignidad y ética profesional que es difícil de igualar. Carlos, tu recuerdo permanecerá siempre unido a la Cardiología en general y, sobre todo, a la del mundo latino.