Sra. Editora:
A pesar de que nuevas técnicas de imagen, como la tomografía computarizada y la resonancia magnética, generalmente permiten identificar y valorar con detalle las anomalías de la válvula aórtica, la ecocardiografía transesofágica (ETE) continúa siendo útil y básica para su diagnóstico.
Las anomalías congénitas de la válvula aórtica suponen un 3-6% de las cardiopatías congénitas del adulto, de entre las cuales la más frecuente es la válvula aórtica bicúspide (supone el 2%) seguida de la unicúspide y de la cuadricúspide. Para ilustrar la validez y la utilidad de la ETE en su estudio, se presentan dos casos clínicos singulares.
Caso 1 (Figura 1). Varón de 30 años de edad diagnosticado en la infancia de válvula aórtica bicúspide y estudiado por disnea progresiva. La ecocardiografía transtorácica mostró que la válvula aórtica estaba muy estenosada y desestructurada, y se realizó una ETE para mejorar la valoración de su anatomía. Mediante la ETE, se detectó que se trataba de una válvula aórtica unicúspide (VAU) y unicomisural, la cual se hallaba muy calcificada y estenosada (Figura 1A); también había un aneurisma de la aorta ascendente, de 50 mm no complicado. Para completar el estudio preoperatorio se realizó una resonancia magnética que, sin embargo, informó de que la válvula aórtica era bicúspide (fig. 1C) así como de la existencia del aneurisma aórtico (fig. 1B) y de la ausencia de anomalías del nacimiento de las arterias coronarias. El paciente finalmente fue sometido a cirugía valvular y aórtica, y el cirujano confirmó la existencia de una VAU (Figura 1D).
Figura 1. Válvula aórtica unicúspide.
Caso 2 (Figura 2). Varón de 58 años de edad con historia de cardiopatía isquémica crónica revascularizada percutáneamente en dos ocasiones. Durante la coronariografía se había detectado un nacimiento anómalo independiente de las arterias coronarias descendente anterior y circunfleja (Figura 2A y B), así como una válvula aórtica esclerosada y con insuficiencia moderada. Dado que el acceso para la ecocardiografía transtorácica era deficiente, se realizó un ETE y se constató que se trataba de una válvula aórtica cuadricúspide (VAC) tipo G, muy calcificada (Figura 2C) y moderadamente insuficiente. Para completar el estudio se realizó una resonancia magnética cardiaca, que en este paciente sí confirmó los hallazgos de la ETE (fig. 2D).
Figura 2. Válvula aórtica cuadricúspide.
La VAU es una rara anomalía congénita, cuya prevalencia en series ecocardiográficas es del 0,02% y en series de operados por estenosis aórtica, del 4-6%. Las VAU generalmente son estenóticas y acaban requiriendo reemplazo en la tercera década de la vida. La variante anatómica unicomisural es la menos frecuente. La posición de los ostia coronarios suele ser normal, mientras que en ocasiones concurre una dilatación o un aneurisma de la aorta ascendente que predispone a la disección1,2.
Por otro lado, la existencia de una VAC resulta aún más excepcional, con una prevalencia del 0,008% en series autópsicas, de un 0,013-0,043% en series ecocardiográficas, y del 1% en las de operados por regurgitación aórtica. Se describen siete tipos o variantes anatómicos; el tipo G (en el que las cuatro valvas aórticas son desiguales) es el menos frecuente. Las VAC suelen se insuficientes y requerir reemplazo en la quinta o la sexta década de la vida. Realizar un diagnóstico preoperatorio de una VAC es importante, dado que en un 10% de los pacientes concurre un nacimiento anómalo de las arterias coronarias; el cirujano debe conocer esta circunstancia para evitar que, en la cirugía, la fijación de la prótesis valvular suponga la oclusión de los ostia coronarios anómalos3,4.
Por consiguiente, en la valvulopatía aórtica, además de determinar si se trata de una anomalía congénita o adquirida y evaluar su repercusión funcional, es necesario precisar la anatomía valvular. Las VAU pueden conllevar dilatación de la aorta ascendente, con el consiguiente riesgo de complicaciones a este nivel, y las VAC pueden asociar anomalías en el nacimiento de las arterias coronarias con potencial riesgo de eventos cardiacos fatales (como los derivados de la oclusión de los ostia coronarios durante la cirugía).
Actualmente, la ETE es una exploración accesible, rápida y poco invasiva que permite determinar el tipo de valvulopatía aórtica y detectar anomalías de la aorta ascendente y del nacimiento de las coronarias en la mayoría de estos pacientes.
Autor para correspondencia:. dgentille.ebre.ics@gencat.cat